Hace poco leía el terrorífico relato de un señor que adquirió su flamante ordenador por Amazon, y le llegó roto. La tienda se desentendió del asunto, y al final el pobre hombre se quedó sin dinero y sin su aparato. ¿Os imagináis que os ocurriese algo parecido? Supongo que, como él, muchos no tendríamos más opción que patalear y protestar, para al final comernos el marrón.
Ese tipo de cosas son cada vez más habituales en el comercio electrónico: estafas con productos que no te envían, que se extravían, que te llegan defectuosos, o rotos. Eso sin contar aquellos que se quedan en Correos o en la agencia de transporte de turno. Alguna de esas malas experiencias seguro que casi todos hemos pasado y, en muchas ocasiones, hemos tenido que tragarnos la compra y aguantarnos.