Título: Los casos de la inspectora Castela
Autor: A. Bial Le Métayer
Fragmento:
Volvió a reiniciar la marcha, y condujo hacia los barrios más depravados de la ciudad. A aquellas horas de la tarde, aún de día, las alimañas permanecían escondidas bajo techo, esperando al manto de la oscuridad para aparecer y cometer sus fechorías o sus sucios negocios. Algunos ancianos salían de las pequeñas tiendas de alimentación o supermercados, empujando sus carritos con dificultad, dirigiéndose hacia sus angostas y húmedas viviendas, o a sus casas en edificios situados en sombrías esquinas apiñados unos contra otros, donde nunca daba el sol. Por los estrechos callejones, el coche de la inspectora tenía que circular despacio, para darles tiempo a los transeúntes a apartarse a las esquinas y refugiarse en las minúsculas aceras con baldosas rotas y vetustas.
Un tintineo, seguido de un parpadeo en su pantalla, producido por el teléfono móvil que tenía sobre la banqueta del asiento del acompañante, le notificaba que ya había recibido la información que le había pedido al teniente. Miró hacia allí de reojo. Luego, aparcó cerca de una vieja relojería, con fachada negruzca, a poca distancia de los pubs y los locales de alterne, y apagó el motor en espera de que la noche hiciera salir a los monstruos que, agazapados como bestias en los rincones más putrefactos, se retenían anhelando salir a la oscuridad para dar rienda suelta a todas sus perversiones.
Cogió su móvil y lo guardó en el bolsillo interior de su chaqueta de cuero. Comprobó su pistola, y la metió dentro de su funda, bajo la axila izquierda. Entonces escuchó un sonoro ruido que le hizo levantar la vista y mirar al frente: el anciano relojero bajaba la persiana metálica de su tienda, cerrando el negocio y dando por concluida su jornada diaria. El sol comenzaba a desaparecer, mientras el relojero, haciendo tintinear un manojo de llaves, arrastraba sus pies para escapar del barrio antes de que las fieras nocturnas lo inundaran todo. La sombra negra de la noche comenzaba a desfilar, y los miedos más profundos y aterradores se preparaban para emerger.
Que ganas tengo de leer esta novela.
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