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1.03.2014

Un homenaje a los restauradores


Las personas que trabajan en museos dedicados a un determinado campo cultural o industrial (las labores agrícolas, el mundo ferroviario, la aviación...) tienen la suerte de poder ser los guardianes de una buena parte de la historia que si no llega a ser por ellos se perdería para siempre. En esos sitios suelen trabajar especialistas restauradores, que convierten máquinas o utensilios destrozados, tal vez únicos, en una pieza revitalizada y prácticamente nueva que pueda ser contemplada y estudiada no sólo por los visitantes habituales de esos sitios, sino también por las generaciones futuras.

Aunque hay muchos museos dedicados a la relojería, lamentablemente de relojes de Casio no hay muchos sitios de referencia. Con ello se corre el riesgo de que modelos de antaño de Casio, sobre todo de los años setenta y principios de los ochenta, lleguen a desaparecer y se pierdan para siempre.



Pero si en Casio es un gran problema, con marcas ya desaparecidas como la rusa "Electronika" o la japonesa Alba la problemática es aún mayor, puesto que fuera de las manos privadas no hay ningún sitio donde se pueda recorrer la historia de la extinta URSS en unos modelos de relojes que suponían, también, toda una declaración de intenciones, y que mostraban la tecnología de LCD y cuarzo del resto del mundo desde la óptica comunista.

Por eso queremos rendir un pequeño tributo a todas esas personas anónimas que muchas veces con enormes dificultades y casi sin medios (al contrario que los restauradores de los grandes museos) invierten su tiempo y dinero en rescatar del olvido y recuperar todos esos modelos de antaño. La mayoria de ellos, además, sin obtener casi ningún beneficio económico por hacerlo, simplemente por disfrutar de su hobby y por la satisfacción que da el salvar a modelos sentenciados al vertedero.


No es un tema banal lo que hacen, y cualquiera que se haya visto en la necesidad de intentar adecentar mínimamente cualquier viejo reloj sabrá muy bien de lo que hablo. Las herramientas de relojería no son precisamente baratas y, encima, los útiles para un modelo no siempre son estándar. A esto hay que unir la multitud de compuestos y sustancias que se usan para tareas desde pulir, hasta abrillantar o engrasar. Muchos de todos esos elementos no solo no son baratos, sino que además son difíciles de encontrar. Las lijas que se usan en relojería, por ejemplo, del orden de 1000 o superior, son imposibles de encontrar en la mayoría de ferreterías de barrio. Y eso por no hablar de destornilladores.

A toda esta problemática se le une otra: la formación. No existe una academia o escuela que enseñe a restaurar este tipo de cosas, ciertamente se pueden estudiar restauraciones en general, como un concepto amplio, pero en ningún sitio nos enseñarán las particularidades de los Casio o de los Elektronika. Los restauradores de estos relojes han aprendido a costa de muchos años, muchas horas de estudio y de consultas a foros, blogs y páginas especializadas, y a través de métodos de prueba y error, por supuesto, con el riesgo de muchas equivocaciones por medio y de dañar seriamente la valiosa pieza que intentan recuperar.


Son ellos, los restauradores, las personas que llevan la carga y la responsabilidad sobre sus espaldas de vigilar y mantener para el futuro esos primeros relojes de la era del cuarzo. Sin ellos, y sin sus cuidados, buena parte de los modelos que en su día fueron la cúspide de la tecnología se acabarían perdiendo para siempre.

Desgraciadamente la crisis económica, unida con el poco o nulo beneficio que de ese trabajo se obtiene, ha hecho que cada vez queden menos personas que inviertan en esto y que puedan dedicar a ello su tiempo. La restauración de un reloj no es tarea simple y sencilla (sino todo el mundo lo haría), a veces puede suponer semanas de trabajo y meses de búsqueda de alguna pieza necesaria. Por eso deberemos estarles siempre muy agradecidos. Nos quitamos el sombrero con ellos y ojalá muchas más personas puedan cogerles el testigo. Merece la pena. Porque con sus manos, rescatan la historia.


| Redacción: Zona Casio

3 comentarios:

  1. Me uno a ese homenaje. Siempre he admirado a esta clase de gente. Restaurar, tal como decís, no es algo banal, porque no sólo hace falta un gran conocimiento sobre lo que se va a restaurar, sino que además hay que tener destreza (eso no se estudia) y yo añadiría también algo psicológico: una gran paciencia.

    Por eso gente como yo (los nerviosillos), por mucho conocimiento y destreza que tuvieramos, no lo conseguiríamos.
    Labor admirable, si señor...

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  2. Totalmente de acuerdo con el reportaje, habeis dado en el clavo.

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  3. Un post acertadísimo, si señores.
    Precisamente, un amiguete mio me ha regalado un w-39, con sus correspondientes inscripciones de "japan" y "made in japan".
    Me dice "va bien, lo unico algunos botones fallan" casi me parto de risa imaginándome a mi mismo intentando repararlo.
    En fin...que a ver si tengo suerte y me busco la vida algún restaurador en la red, porque yo creo que igual un relojero normal y corriente me lo chafa.

    Así que...este post parece hecho a la medida de lo que me ha pasado esta semana.
    Saludos

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