Más que relojes

Cuando Viviana Duarte, hija del coronel Yesid Duarte Valero asesinado por las FARC con un tiro de gracia tras 13 años de cautiverio (uno de los más largos de los realizados por la guerrilla), recibió en una de las ocasiones el reloj de su padre como prueba de vida, se lo puso en su muñeca y lo llevaba con ella a todas partes. En una ocasión que mostraban los cuadernos escritos por Yesid ante los periodistas, su hija dio esta explicación de por qué siempre llevaba el reloj de su padre: "desde el momento que lo vi (el reloj) dije: mami, ese reloj es para mí. Me lo coloqué en la mano derecha porque es una forma de decir, voy a ir cogida de la mano junto a ti, papito".

En uno de los episodios de la famosa serie de televisión "Manos a la obra" uno de sus protagonistas, Benito, decide no llenar el depósito completamente de la Nissan Vanette que usan para trabajar, quedándose así con parte del dinero. Cuando en medio de la carretera se quedan sin combustible y se ven sin dinero, Manolo deja como garantía de cobro en la estación de servicio su reloj DW-5600E.



He mezclado sólo dos ejemplos, uno de la más cruenta realidad, y otro de la ficción, para dejar patente que nuestro reloj es mucho más que un reloj. Puede tener el valor de cientos de euros, puede ser un G-Shock, y poder usarse como "moneda de cambio", como garantía de cobro. En la Segunda Guerra Mundial era normal intercambiar relojes por comida, por el alto valor que tenían.

Pero su valor, por humilde que sea el reloj, aunque sólo sea un F-91W, puede ir más allá. Puede tener un valor incalculable, puede ser de un valor sentimental insustituible, único en el mundo, como en el caso de la huérfana del coronel Yesid Duarte cuya historia contábamos al principio.


No hay muchos objetos así, de hecho no hay ninguno. El valor de una reliquia puede ser muy grande, pero el reloj va más allá. Ciertamente puede ser una prenda, o una joya de nuestro difunto familiar desaparecido, pero una joya no tiene en sí misma una utilidad práctica, solo sirve para lucir. Y determinadas joyas ni siquiera podrías lucirlas en cualquier ocasión. Pero un reloj es, además, útil. Te detienes a mirar la hora y recuerdas a la persona que amas.

Por eso un reloj es uno de los regalos más acertados que se pueden hacer. A diferencia de otros elementos, además, un reloj te acompaña, lo sientes, lo notas sobre la piel. Y se convierte en mucho más que un simple reloj.


Ahora que todo el mundo habla de la competencia de los smartphones, ¿a alguien se le ocurriría pensar en que un teléfono móvil ocupase el lugar sentimental de un reloj? La lista de contras y problemas sería enorme, y sin entrar en el hecho de que la persona que tenga el smartphone siga queriendo usarlo en un tiempo como los actuales en que a los seis meses el smartphone se le quedará ya bastante anticuado, ¿qué ocurrirá con su bateria, cuando en un par de años no pueda ser capaz de retener una carga mínima para usarla? ¿Dónde encontrará recambios? ¿Y sus botones y pantalla, sin poder limpiarse, cómo terminarán? En un reloj medianamente decente, incluso en un F-91W, estos problemas no los tendría.

Sí, definitivamente un reloj es insustituible. Y por eso, por mucho que quieran quitarlos de en medio con smartwatches e inventos parecidos, los relojes fiables de siempre perdurarán. Porque no tienen rival en lo que verdaderamente importa: su hegemonía en el constante trajín diario.




| Redacción: Zona Casio