El difícil equilibrio entre funciones, exactitud y precio

Difícilmente movimientos de relojes actuales bajen de los diez segundos de exactitud al mes. La fiabilidad de un módulo depende de tantos factores que muy pocos fabricantes se atreven a asegurar que su reloj baje de esos diez segundos por mes. Sólo los módulos más fiables (e históricos) de Casio se acercan a esa cifra, llevándola a unos +/- 15 segundos mensuales de inexactitud, los cuales podríamos considerar, en la práctica, como unos diez segundos. Y eso en los modelos de cuarzo, porque los mecánicos ni se les acerca. Exceptuando los relojes marinos, que requerían un cuidado y un mantenimiento exhaustivo, ya que su error podía suponer desviarse del rumbo significativamente.

La exactitud de un reloj de cuarzo depende (entre otras cosas) de la complejidad de su chip, que es el responsable de hacer los cálculos. Pero, como hemos mencionado al principio, es más complejo que todo ésto.



El chip no sólo debe ser rápido, sino ser estructuralmente resistente y soportar la influencia de otros agentes exteriores, como los campos magnéticos. No podemos hacer que un chip sea exacto y que a la vez se ocupe de otras funciones, como cálculos de mareas, sensores o contadores inmensos de vueltas. A no ser que le metamos al reloj un chip Intel Celeron o alguna "bestialidad" semejante. Y, aún así, seguimos teniendo el problema de su resistencia ambiental y de la demanda de energía.

Esto es tan importante (y tan complejo) que pocas marcas producen sus propios chips. La mayoría los encargan a fabricantes especializados, que los distrubuyen a marcas de todo el mundo. Y es tan importante que Casio (que sí fabrica sus propios chips) guarda su arquitectura en el más profundo secretismo.


Ciertamente la evolución de los chips ha cambiado mucho desde aquéllos años sesenta y setenta, pero aunque en nuestros ordenadores lo hayamos notado, en el mundo de la relojería no ocurre lo mismo. Casio sigue fiándose (y con razón) en su más que probada arquitectura de segmentos, en sus circuitos miniaturizados donde el reloj tiene su parte central (y no podía ser menos) y lo demás es accesorio. Así, sus módulos generales rondan el medio minuto de exactitud, y algunos de ellos consiguen llegar a esa cifra prodigiosa de los quince segundos.

Probablemente ya nunca se logre bajar de ahí, porque en la búsqueda de relojes con cada vez más funciones y más baratos, uno no puede invertir sus esfuerzos en módulos más fiables sin otras prestaciones añadidas, ya que el cliente cada vez demanda más cosas. Además, con la aparición de los radioreceptores, la fiabilidad de un módulo ha dejado de confiarse simplemente a la capacidad técnica del reloj, dejando esa compleja función en manos de dispositivos externos y centrándose el reloj en funciones más secundarias.


Cuando analizamos un módulo hay muchos elementos que normalmente nos pasan desapercibidos, o no les damos la importancia que se merecen, y habitualmente la precisión es una de las carácterísticas que pasamos por alto. Por eso en Zona Casio nos gusta siempre hacer referencia a ella, porque casi siempre es un buen indicativo de lo bien hecho que está ese reloj y que la mayoría de los otros fabricantes ocultan.

Por ello es muy injusto que cataloguemos algunos calibres de Casio como "pobres" sin tener en cuenta estas características, ya que en muchas ocasiones llegan a doblar en exactitud a módulos enormemente más caros y que no ofrecen mucho más. Y nos da una buena idea de relojes como los Pro Trek o algunos G-Shock, con una calidad de chips que explica muy bien su precio. Y eso explica también que módulos a priori muy parecidos, como los del DW-5600 y del W-202, ofrezcan sin embargo una precisión tan diferente.

| Redacción: Zona Casio