Casio celebró en Bangkok su evento “Back in Time, Ahead in Style”, una inmersión en décadas pasadas con una puesta en escena impecable: luces cálidas de los setenta, excesos ochenteros, rebeldía noventera y un mercadillo con objetos reales que parecían sacados de un desván intacto.
El ambiente era perfecto, casi hipnótico. Pero bajo ese barniz retro había una ironía difícil de ignorar: la marca que un día definió la relojería accesible, dura y funcional, hoy se refugia en la estética para justificar relojes que cuestan mucho más… y hacen mucho menos.
El pasado robusto que Casio prefiere convertir en “estilo”
Durante décadas, Casio construyó su reputación sobre relojes que resistían lo que fuera. Eran baratos, de diseño humilde, con cajas de acero real, cristales minerales, módulos innovadores y funciones que en su momento eran punteras. No eran “vintage”: eran contemporáneos, útiles y sorprendentemente avanzados para su precio.
Esa esencia pulida a fuerza de ingenieros y no de estilistas convertía a modelos como el F-100 en iconos involuntarios. Aquellos relojes no buscaban ser moda; buscaban durar. Esa era la gracia.
El evento: una cápsula del tiempo que funciona como espejo
En The Warehouse de Talat Noi, Casio recreó tres décadas enteras como si uno pudiera atravesarlas con solo cambiar de sala. No era una escenografía cualquiera: era una declaración. Música analógica, muebles que parecían recién desempolvados, juguetes antiguos, discos gastados… El tipo de objetos que envejecen con dignidad.
Y entre todo ello, los relojes vintage: pero no los de verdad, sino las reinterpretaciones actuales.
Verlos brillar bajo la luz ámbar dejó en evidencia algo que quizá Casio no quería resaltar tanto: la modernidad —la auténtica— estaba en los modelos de hace cuarenta años.
El eterno regreso de los clásicos… pero sin sus virtudes originales
Casio anunció la vuelta de modelos entrañables: el A158WA-1A, el A230, los Future Classics, o rarezas simpáticas como el Ring Watch. Son relojes que muchos aman porque están cargados de historia, pero también porque funcionaban bien, eran duros y accesibles para cualquiera.
Hoy, sin embargo, esa narrativa se ha desplazado. Se habla de “estilo”, “tendencias”, “colaboraciones”, “reinterpretaciones”, “comunidades creativas”… mientras sus relojes actuales mantienen el diseño de hace décadas pero pierden los materiales que los hacían especiales, recortan funciones y multiplican el precio. Donde antes había innovación, ahora hay un guiño irónico al pasado convertido en producto premium.
Casio lo reconoce sin querer:
—Al principio nos centramos en la practicidad, no en la moda —admitía Marie Yoshizawa, con un punto de sorpresa por que fuese la moda quien adoptara la marca, y no al revés.
Una estética impecable que no tapa las grietas
En cada esquina del evento había creadores, influencers y artistas luciendo sus Casio Vintage como complemento de estilo. Natural, ligero, casi despreocupado. Y precisamente ahí está la paradoja: los relojes que antes se compraban por su valor técnico se venden ahora por su capacidad para encajar en una foto de Instagram.
Las declaraciones de los responsables de diseño dejaban entrever esa tensión crónica entre lo que la ingeniería permite y lo que marketing exige.
Hablan de tendencias como punto de partida, de límites materiales, de reinterpretar formas que ya funcionaron. Pero nunca se menciona recuperar la robustez perdida. Nadie habla del acero, del cristal mineral, de módulos nuevos o de funciones adicionales. No interesa.
Porque ahora Casio Vintage no se compra para durar; se compra para combinar.
El resultado: una celebración hermosa… que subraya una triste ironía
Entre las actuaciones, las luces, los creativos tailandeses y filipinos desfilando con gracia por el recinto, y los guiños nostálgicos cuidadosamente colocados, el evento fue un éxito estético. Un portal bien construido hacia el pasado.
Pero ese viaje al pasado recordó justo lo que Casio parece haber dejado atrás:
la filosofía que convirtió a la marca en referente mundial.
Casio Vintage: un viaje al pasado que deja al descubierto las contradicciones del presente
Mientras los invitados posaban entre muebles setenteros y neones noventeros, era imposible no pensar en la contradicción:
Casio homenajea sus relojes históricos… mientras vende versiones actuales que se parecen mucho pero comparten muy poco.
Al final, lo que quedó claro es que la cultura siempre vuelve, pero no siempre lo hace con la misma honestidad material. Los relojes sí parecen retro, pero su espíritu ya no lo es. Y esa es la mayor ironía de todas.