Cuando me trasladé a vivir a mi actual ciudad en una calle cercana existía una tienda con un próspero negocio. Estaba especializado en la venta y reparación de máquinas de escribir, y no les iba nada mal. Tenían una pequeña flotilla de furgonetas de última generación, lo que evidenciaba claramente que su trabajo no solo estaba muy demandado, sino que les otorgaba bastantes beneficios.
Con el paso de los años el escaparate de la tienda dejó de actualizar sus modelos expuestos, y los modelos de furgonetas que utilizaban para sus salidas y servicios al exterior fueron quedándose anticuados. Además, cada vez su flota era más pequeña. Así, fue reduciéndose su negocio, que antaño fuera tan próspero, a una sola furgoneta, y en los últimos años apenas veía a sus trabajadores con ella.