Cuando durante una temporada (dos cursos, realmente) estaba dando clases de apoyo a niños de primaria y secundaria, me di cuenta con una relativa lástima que la mayoría de ellos no llevaban reloj. El teléfono móvil sustituía en casi todas las veces la dependencia del reloj. No escuchaba en las clases el característico tintineo del paso de las horas debido a la señal horaria, ni chicos experimentando con las funciones como en aquellos añorados y siempre recordados Casio Melody o Casio Games. El encanto de "cuatro" segmentos LCD con formas que decían ser naves (pero que para serlo casi tenías que echarle no poca imaginación) no puede competir con las pantallas
Amoled y a todo color de hoy en día. Si en los ochenta (y también en cierta forma en los noventa) llevabas al recreo un juego de fútbol o de carreras en tu reloj, ya podías considerarte un privilegiado y te convertías al instante en centro de atención. Hoy llevas cientos de juegos arcade, emuladores y simuladores en tu
smartphone, los cuales si tuvieras que transportarlos antes necesitarías una furgoneta entre consolas, mandos de juego y cartuchos que necesitarías.
Y los Melody no quedan mucho mejor colocados. Las siete o incluso doce musiquillas (monofónicas, y gracias) te acompañaban a todas partes y las ibas escuchando por la calle, en el bus, mientras esperabas que se abrieran las puertas del colegio o acompañabas a tu madre a la compra. Lo más curioso es que, aunque todos a tu alrededor acababan hartos de su monótono timbre y sonido"a maquinita", a ti no te cansaba. Antes se cansaban tus padres de comprarte pilas para el reloj. Hoy en día los chavales llevan toda la discografía de actualidad en sus smartphones, y a los pocos días de escucharla ya les parece anticuada y cansina.