No obstante, y para terminar mi repaso por aquellos primeros años en el mundo del phreaking, creo que mi punto de inflexión fue cuando descubrí el Casio DBA-80 Phone Dialer, "el reloj de los phreakers", se le podría llamar. Fue cuando empecé a darme cuenta que, tras las líneas telefónicas, tras los hilos que salían de aquellos aparatos tan comunes que estaban por todas partes, había una magia que no nos habían contado. Que un reloj, como era el caso de los DBA-80, pudiera emitir unos sonidos y, con solo eso, hacer que el teléfono te conectase con un abonado, marcase un número y entendiese ese código, me pareció toda una revelación. Para entonces yo ya me había aprendido el alfabeto Morse de memoria, y sabía que, desde siempre, la telegrafía por hilos (llamada técnicamente Onda Continua o CW (continuous wave)) utilizaba una serie de "puntos y rayas" (dots y dachs) para comunicar de una estación a otra. A grosso modo, eso lo podía hacer ahora la línea telefónica convencional, pero a través de distintos sonidos. Fue entonces cuando empecé a experimentar con esos sonidos, a descubrir lo que hacían, cómo lo hacían, y la forma de simularlos para "hablar" con la máquina directamente, sin que ninguna operadora ni nadie más se enterase. Solo el universo de las computadoras de la red telefónica, y yo.
Y entonces, descubrí un mundo nuevo. Un paisaje donde me sentía libre, donde podía dar rienda suelta a mis inquietudes, a mi sed de exploración, y a mi afán de descubrimiento.
Las puertas del phreaking se acababan de abrir para mí, y me recibían con los brazos abiertos.