Todos los que de forma habitual seguís este blog seguramente sabréis de sobra la especial predilección que siento por la gama "F" de Casio. Es una de mis favoritas, aunque admito que no tienen la "magia", el carisma o el glamour -como queráis llamarlo- de los Marlin. Tampoco la herencia de los HD (modelos pre-G-Shock, nada menos), y ni tan siquiera las brillantes especificaciones de los Data Bank, pero son modelos que siempre están ahí cuando los necesitas. Cuando no tienes a ningún otro reloj al cual recurrir, cuando buscas rápidamente algo barato pero útil para saber la hora, o cuando, de pequeño, acabas descubriendo que sólo un "F" es capaz de seguir tu ritmo diario, tus travesuras y andanzas sin rechistar, entonces, poco a poco, esos baratos pero a la vez valiosos modelos acaban calando muy hondo dentro de ti. Te acaban haciendo un huequito en tu corazón.
Y a medida que pasan los años y las arrugas (o las canas, o simplemente la experiencia, la altura o los kilos) y las responsabilidades nos recuerdan que ya no somos unos "renacuajos", redescubrimos con una sonrisa y un atisbo de melancolía aquéllos modelos de reloj que formaban parte tan íntima de nuestras desventuras y vivencias diarias. Y para muchos de nosotros esos modelos eran los F. Tal vez no fuera nuestro primer reloj, ni el segundo, pero los años que estuvo con nosotros seguro que nos acabó marcando.