Hoy os quiero hacer una reflexión que me surgió desde pequeño al respecto de los relojes Casio. Recordad que durante la infancia de muchos de nosotros allá por la década de 1980, un reloj digital de Casio era un bien deseado y codiciado. Una ilusión.
La economía familiar no era lo que es ahora, por mucho que nos quejemos ahora, en los 80 España era mucho más pobre. Me refiero a lo económico puramente, porque quizás fuera también más feliz. Si a esto sumábamos que los relojes digitales representaban una tecnología en microelectrónica bastante reciente, sus precios no eran baratos. Se juntaba por tanto un poder adquisitivo menor, con unos precios más elevados. Ir a comprar un reloj digital de Casio era toda una experiencia. Mirar escaparates, preguntar en diferentes tiendas, y si teníamos la oportunidad, ojear catálogos.
Era una compra importante con la que tendríamos que estar muchos años. Queríamos lo mejor. Entonces desarrollé algunas manías o exigencias, muchas sin sentido, pero unas pocas que resultaron ser acertadas.