Durante los años treinta y cuarenta Estados Unidos vivió una auténtica ola de atracos a bancos. Muchos de sus protagonistas incluso se hicieron famosos, como Bonnie y Clyde, pero también Charles Arthur "Pretty Boy" Floyd o George William Birdwell. Por supuesto, todos acabaron sus días de mala manera y, en la mayoría de casos, de forma sangrienta.
Para llevar a cabo los atracos era imprescindible un buen reloj. La policía, por aquellos tiempos, no contaba con los medios tecnológicos de hoy. Los atracadores conocían el tiempo de respuesta y cuánto podían permanecer en el banco antes de que les pillaran "con las manos en la masa". A falta de digitales con cronógrafo, llevaban relojes mecánicos, marcas como Hamilton eran, en ese sentido, las más apreciadas.