La acuciante crisis de hace unos años sorprendió a más de uno dejándole al limite de la subsistencia. De poseer unos ingresos más o menos seguros y fijos, pasaron a quedarse totalmente desprotegidos, al borde de la indigencia, sobre todo en la clase obrera, media y baja.
Algunas de esas personas descubrieron de la peor forma que su colección de relojes, a la que le habían dedicado mucho tiempo y pasión y, también, bastantes ahorros, distaba muy lejos de valer lo que en su día habían pagado por cada una de sus piezas. Descubrieron de la forma más cruenta y descarnada que coleccionar relojes es un buen pasatiempo, pero, y casi siempre, una fatal y nefasta inversión.