Echó una mirada rápida sobre cuanto lo rodeaba: el reloj de pulsera, las notas, la mujer, la puerta.
- Por supuesto -dijo-, si descubrimos algo. Tenemos muchas esperanzas.
Se arregló el nudo de la corbata y volvió a mirar el reloj.
- Su esposo ya ha salido, señora Westermark -dijo, con más suavidad, acompañándola hasta la puerta-. Usted ha sido muy valiente; en verdad, pienso (todos pensamos así) que debe seguir así. Con el tiempo será más fácil; como dice Shakespeare en Hamlet: "La costumbre puede alterar el molde de la naturaleza". Le sugiero que haga como Stackpole y yo: anote todo en un cuadernito y mantenga un registro exacto del tiempo.
(...)
Según su reloj, que indicaba la hora terráquea, eran las once horas, dieciocho minutos y doce segundos. Pensó nuevamente en la posibilidad de comprar otro reloj, para ponérselo en la muñeca derecha, ajustado a la hora marciana. No; puesto que regía su vida por la hora marciana, seria mejor llevarla en la muñeca izquierda, para consultarla más cómodamente. La utilizaba hasta cuando debía comunicarse con la raza humana, tan atada a la Tierra.
El relato deja con ganas de leer más. Y debo admitir que eso de los 2 relojes con 2 zonas horarias diferentes lo consideré hace un par de años .-)
ResponderEliminarUn diseño horroroso, pensado por infiltrados para perjudicar a la marca.
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