Hace unos meses hablamos sobre los cursos de relojería que, dentro de las certificaciones profesionales, se puede estudiar en España. Lo cierto es que los tiempos cambian, y las cosas a veces empeoran, pero en otras ocasiones mejoran. Actualmente para obtener un certificado de este tipo es necesario contar con experiencia previa (haber trabajado antes en la profesión) o adquirirla mediante horas de práctica, incluidas en el mismo curso (unas opcionales y otras obligatorias, depende). Pero aprender esta profesión tenía antes también "sus complicaciones". El 31 de julio de 1952 se crea la escuela de relojería del Gremio de Relojeros de Barcelona. Por aquellos tiempos para entrar había que cumplir una serie de requisitos:
- Ser mayor de catorce años.
- Autorización del padre (no valía de la madre, ya sabéis...).
- Certificado de buena conducta (certificado oficial expedido por autoridad competente en la materia, supongo que sería la Guardia Civil, quién sino).
- Cartilla con todas las vacunaciones al día.
Y los aspirantes debían de pagar cien pesetas de matrícula, mas cien pesetas de mensualidad, mas el material del curso, aunque esto (el material) les era facilitado con un descuento del veinticinco por ciento. Una curiosidad: su éxito fue tal que al primer curso se inscribieron más de sesenta alumnos, pudiendo ser aceptados solo cuarenta ya que las instalaciones disponibles en aquel entonces no podían dar cabida a más.
· Muchas curiosidades del mundo de la relojería vienen de la miniaturización y de la electrónica. Antes de los movimientos híbridos de Citizen, los norteamericanos de la firma Elgin ya lanzaban en ese año de 1952 relojes "con un pequeño motor" eléctrico que sustituían la necesidad de darle cuerda al reloj. A falta de cuarzo, las oscilaciones que produce ese mismo motor hace las veces también de volante.
Los de Elgin no eran los únicos que sustituían piezas sueltas por componentes eléctricos. Los franceses de LIP también lanzaron en los cincuenta un reloj en donde una minúscula pila hacía las veces de barrilete, dándole energía para que un mecanimos similar cumpliera esa función de manera automática.
· A mediados del siglo pasado la hora oficial en España no solo podía consultarse por la radio, sino que se podía consultar también vía telefónica. En 1951 el Observatorio de Madrid atendía el servicio de "reloj horario" consistente en ofrecer la hora a las personas que llamasen al teléfono 27-01-07. En ese año habían llamado novecientas personas al día para saber la hora. Al año siguiente el número de llamadas aumentaría a mil quinientas personas al día.
· Curioso el estudio que se realiza en el año 1952, tratando de averiguar por qué miran la hora las personas. Sus conclusiones nos resultan sorprendentes aún hoy día: "muy raramente se mira el reloj para conocer la hora, ya que a los dos minutos de mirarlo cuando se le pregunta la hora a la persona que acaba de consultarla, este vuelve a mirarla. Lo que el hombre quiere conocer, por tanto, no es la hora, sino el tiempo que tiene o le queda para desarrollar algo en concreto".
· Uno de los más afamados relojeros del siglo XX, Enrique Pedrals Balmes, construyó con sus propias manos un reloj público que instaló en un castillo para que diera la hora a todos los habitantes del lugar. El reloj lo construyó con cadenas y piñones de bicicletas, y lo único que le faltaba era sonería.
· La popularización del reloj de pulsera en los hombres se debe al fabricante Ingersoll Watch Co. Ocurrió porque los soldados que luchaban en la Primera Guerra Mundial tenían que consultar la hora con sus relojes de bolsillo encendiendo una cerilla, lo que causaba numerosas muertes al desvelar su posición. En ese tiempo Madame Courie había descubierto el radio en Francia, y los americanos se dieron cuenta de que, impregnando un objeto con ese material, éste relucía y se podía ver en la oscuridad gracias al efecto fosforescente. De esta manera, decidieron ponerle a las manecillas de los relojes esa sustancia radiactiva. También se dieron cuenta de que se salvarían muchas vidas de los soldados si en lugar de usar cadenas, que al escapar del enemigo se enredaban en la vegetación al correr o al arrastrarse, usaban relojes de pulsera, hasta entonces destinados a mujeres.
Ingersoll envió cien relojes al frente de este tipo: con manecillas impregnadas en radio y pulsera en lugar de cadena. El éxito fue inmediato y todas las tropas comenzaron a demandar esos relojes de Ingersoll. Lo demás ya es historia, y se vendieron millones de ellos, popularizándose en el resto de la población gracias a las noticias que aparecían en los periódicos sobre este hecho.
| Redacción: ZonaCasio.com | Puedes consultar esta y otras historias y anécdotas en el libro "Enciclopedia del reloj de bolsillo" de Jose Daniel Barquero Cabrero
Muy interesante. Se mencionan a las chicas del radio, lo que sufrieron esas mujeres en aquella época... Merecerían un homenaje por parte de todos los implicados: Rolex, Panerai, ...
ResponderEliminarOtro detalle interesante, es que cuando se lanzó el reloj de pulsera, los de mujeres ya hacía años que los tenían, los caballeros fueron rehacios a ellos. Quizás eran útiles para militares, pero los señoritos decían que el sitio donde más expuesto iba a estar el reloj, era la muñeca. Algo de razón tendrían ahora con los smartphones :-)
Por cierto que está muy ingenioso el G-Calcetín.
ResponderEliminarSé que el nombre del sitio es Zona Casio, pero en estos posts de "cultura relojera general", las fotos agregadas deberían ser mas encaminadas hacía el tema, no a Casios
ResponderEliminarPues a mi precisamente me gustan. Son las que dan un toque distinto a este blog.
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