La relojería mecánica, los últimos ordenadores analógicos que quedan

Llevar un reloj mecánico automático tiene sus cosas buenas y sus cosas malas. En la práctica creo que más malas que buenas, y hoy es algo absolutamente innecesario. Pero tras las balanzas, reglas de cálculo, calendarios rotativos y cientos de instrumentos más de antaño (que no se me olvide cámaras de fotos y máquinas mecanográficas), es una de las pocas cosas analógicas y realmente mecánicas que quedan. De hecho uno de los pocos nichos de "computadoras mecánicas" es el de la relojería, y sino fuera por esas casas suizas tan elitistas, capaces de hacer calendarios perpetuos y muchas cosas complejas similares, todo eso habría desaparecido hace años de nuestras manos, y solo podríamos verlo y conocerlo a través de los libros de historia.

Y es que, a diferencia de las máquinas digitales actuales, la ingeniería mecánica analógica era hace muchos siglos los únicos computadores disponibles. No deja de asombrarme artefactos como las calculadoras mecánicas, e incluso había artefactos para comunicaciones (máqinas telegráficas) y codificación (la popular máquina del código enigma nazi, sin ir más lejos).




Precisamente hace poco los científicos acaban de finalizar la reconstrucción de una de las computadoras más famosas de este tipo, la llamada "máquina de Anticitera". Se cree que, en el pasado - hace más de 2.000 años - este tipo de "ordenadores" mecánicos tan complejos estaban muy elaborados, enormemente sofisticados, y los habría de todo tipo. El hecho que pocos hayan llegado a nuestros días, a excepción de la de Anticitera y algunos más menos complejos, se debe a que su conocimiento y uso, para la población en general, no estaba muy extendido. Es decir: había pocos. Obviamente la digitalización ha facilitado eso de lo que tanto hablamos, el acercar a la gente más común y corriente tecnologías y sistemas que antes sería casi impensable. Por ejemplo, ¿quién podía disponer de estudio de grabación de vídeo, telecomunicaciones y múltiples dispositivos parecidos, que hoy sí tenemos a nuestro alcance? Quienes querían escuchar música debían irse a un anfiteatro, y quienes deseaban realizar un largo viaje, disponerse para estar fuera de casa durante meses. Por lo tanto, solo los más adinerados podían hacerlo.

Claro que, a cambio, tu vecino no te molestaba a media noche con música heavy, ni las ciudades te asfixiaban en su smog.



Hoy, sin embargo, la relojería mecánica es el último reducto de toda aquella tecnología que ha caído no solo en desuso sino, en muchas maneras, incluso en el olvido. Aunque la llegada de la tecnología también en ese ámbito ha hecho que los maestros relojeros sean cada vez menos, y que los ordenadores sean hoy los encargados de diseñar los engranajes, y las máquinas de hacerlos. Pocos fabricantes tienen un equipo de especialistas que hagan "a papel y lápiz" todo el entramado de diferenciales, y luego sepan ir estría por estría labrándola. Eso se va perdiendo y, por eso precisamente, un mecánico actual ya tiene poco de aquel romanticismo, dado que al fin de cuentas es una máquina quien lo diseña y lo hace, como cualquier digital, y hasta quien lo ensambla, como cualquier smartphone en una cadena de montaje.

Resulta paradójico que muchos de los que usan relojes automáticos defiendan a ultranza su uso, y digan disfrutarlos precisamente por esas cualidades de tecnología antigua (no diré obsoleta), un tanto mística y fantástica. Pero se olvidan que en realidad su modelo, a no ser que lleven uno de las poquísimas casas artesanas que quedan, lo han hecho en una cadena de montaje, con materiales poco o nada parecidos a los antiguos (incluyendo sofisticadas aleaciones y rubíes sintéticos, sin olvidar zafiros artificiales con recubrimientos de última generación), y cuyos engranajes los ha estudiado y testeado no un maestro relojero en una mesa de trabajo, sino un potente ordenador gestionado por un chip de silicio y un software especializado. En definitiva, como cualquier reloj de cuarzo normal y corriente.

Poco queda, por tanto, de la magia y del asombro de un mecánico tradicional.



| Redacción: ZonaCasio.com / ZonaCasio.blogspot.com

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