En los años ochenta y noventa Casio lanzaba un dispositivo, una agenda electrónica en miniatura o un reloj de esos de negocios. Lo comprabas, en ellos incluías la información que querías, y no tenías necesidad de actualizarlo ni de ponerle parches.
Cuando Windows apareció con su versión 95 durante unos años (hasta bien entrada la década del 2000) los programadores solo tenían una preocupación cuando querían hacer una aplicación: qué lenguaje elegir. La plataforma (Windows) era el mayor estándar y no había ningún inconveniente de compatibilidades. Hoy la cosa ha cambiado radicalmente. Si quieres hacer una aplicación móvil tienes que enfrentarte a un montón de problemas de compatibilidades y dispositivos, cada uno con un sistema operativo y necesidades y requisitos diferentes. Peor aún: las versiones de Android son, muchas de ellas, incompatibles entre sí. Si has adquirido uno de los primeros, las aplicaciones de los actuales no te sirven.
Una forma un tanto descarada de obligarte a que compres un dispositivo nuevo.