En los primeros inicios de la época del reloj digital, podríamos determinar su máxima popularización a finales de los setenta e inicios de los ochenta, la forma de presentar la información estaba bastante clara: con displays en positivo, que era como mejor y más claramente se leía.
Sin embargo desde hacía tiempo (prácticamente desde el descubrimiento del filtro polarizador, que es el gran secreto que hace que se puedan visualizar los dígitos, y un descubrimiento increíble puesto que, pese a su sencillez, sin necesidad de ninguna energía y solamente haciendo uso de los rayos de luz, permite redirigir éstos para lograr hacer visibles los segmentos) los inventores venían experimentando con otras alternativas que aportasen un extra a las pantallas LCD.