Me ha resultado bastante nostálgica de mis tiempos por Palma de Mallorca la noticia que publicaba estos días el diario Última Hora, en donde hacen mención de las nuevas normas para artistas callejeros que, a partir de este verano, regirán en Palma (el pago de una tasa anual de casi 50 €, por ejemplo). Y entre ellas me llamó la atención lo que, en un par de frases, cuenta el artista callejero Adal Ginory, que se gana la vida con un teclado Casio al hombro. Él dice: "me cansé de trabajar, me cansé de pagar un alquiler..., así que me fui a la calle a tocar música". No es el único, el caricaturista Agustín va a donde vayan los turistas, siguiendo como los ñus las épocas de lluvia y el pasto. Ahora se irá a Tenerife, siguiendo esa curiosa ruta.
No es una vida fácil, menos aún en un sitio con tanto ajetreo como Palma, Ibiza... Pero tampoco lo es levantarse a las siete de la mañana cada día, estar ocho horas haciendo cemento y levantando ladrillos, persiguiendo el sueño de una mísera pensión que nadie te asegura que vayas a alcanzar. Pero en el fondo, en el fondo de todo, es que nada es fácil. Ni siquiera lo que nos parece que lo sea.