Hace unas semanas el teléfono móvil con el que escribo mis novelas (no lo hago a ordenador) dijo basta. Tras más de catorce años de servicio continuado y casi constante, su sistema operativo Symbian ya no da más de sí, y aparecen errores por todos lados y de todo tipo. De nada sirvió que adquiriese tres baterías para intentar salvarlo, o que hiciera mil triquiñuelas con su sistema operativo.
Como me conozco la historia, en su día adquirí dos móviles QWERTY más de segunda mano (hoy casi imposible de encontrar uno de esos móviles con teclado físico y real). Uno de ellos tenía ya de por sí bastante uso y estaba también lleno de fallos, y el otro, renqueantemente o más o menos, voy tirando con él. El problema es que en ocasiones tiene fallos de escritura en memoria, y hace que pierdas lo que estés escribiendo. Imaginaros la desesperación cuando eso te ocurre tras estar en mitad de un relato o reportaje y haber perdido todo lo que has escrito. Ya me ha ocurrido varias veces y, aunque intento hacer respaldo de la información, el error es tan aleatorio que a veces no puedes evitar que se produzca.