El pasado verano un grupo de representantes del sector de la joyería se reunían con miembros de la Unión Europea para debatir sobre una uniciativa de la Comisión para regular la compra de minerales procedentes de zonas en conflicto. El tema no es baladí. Gracias al oro, diamantes y elementos como el coltán se financian cruentas guerras y se mantienen en pie gobiernos puestos por intereses muy oscuros, causando un sufrimiento a la población inenarrable.
Los representantes rechazaron cualquier novedad legislativa sobre este particular, argumentando que el control debe realizarse en las propias zonas de extracción, y no cargar toda la responsabilidad sobre el proceso de fabricación industrial y la comercialización, ya que, dicen, "las guerras son un conflicto, pero los minerales no".