12.02.2025

Casio, condenada en España por abuso de posición dominante

La reciente sentencia que condena a Casio España por la ruptura ilícita de su relación comercial con Banofi -empresa valenciana que se dedicaba a la distribución de calculadoras- no es solo un ajuste de cuentas entre dos empresas. Es un espejo incómodo que muestra la asimetría de poder en el sector, el abuso de posición dominante y, sobre todo, el deterioro estructural que la marca japonesa lleva arrastrando por la presión de la competencia china en electrónica.

Durante veinte años, Banofi distribuyó productos Casio de forma continuada. Dos décadas no son un simple acuerdo comercial: generan especialización, inversiones específicas, confianza legítima y un posicionamiento en el mercado construido conjuntamente. En el mundo empresarial, una relación tan prolongada no se rompe de un día para otro sin consecuencias. Por eso la sentencia recalca que la ruptura sin un preaviso adecuado merece reproche jurídico: Casio no podía cortar la relación de manera abrupta sin incurrir en responsabilidad.

Un abuso difícil de justificar

El punto más delicado del caso es uno que ningún fabricante de prestigio quiere ver expuesto: mientras decía a Banofi que no había producto disponible, Casio sí suministraba mercancía a otros distribuidores. Esta conducta evidencia una gestión opaca, discriminatoria y contraria a la mínima lealtad comercial exigible. La sentencia lo califica como una actuación ilícita, y lo es por una razón simple: cuando una marca controla el acceso al producto, controla también quién vive y quién muere en el mercado.

Que una empresa del tamaño de Casio utilice su posición para favorecer a unos distribuidores y desahuciar a otros no es solo un conflicto contractual; es un síntoma claro de un fabricante que intenta reorganizar su red comercial de manera precipitada, probablemente arrastrado por tensiones internas.

Un sector que ya no es el de antes: el asedio de la competencia china

El trasfondo que explica este comportamiento es evidente. La electrónica de consumo ya no es el territorio cómodo que Casio dominó durante décadas. Los fabricantes chinos, con costes de producción mucho menores y una capacidad de innovación tremendamente rápida, han puesto a marcas japonesas tradicionales contra las cuerdas.

En relojería digital, instrumentos electrónicos y pequeños gadgets, Casio ha visto cómo su nicho se estrecha año tras año. La respuesta habitual de las grandes marcas en situaciones de debilidad es reorganizar canales, recortar distribuidores y concentrarse en quienes les resultan más rentables. Pero cuando esa reorganización se hace sin transparencia, discriminando a socios históricos y sin asumir las consecuencias de la ruptura, el daño se multiplica.

La sentencia, en este sentido, no solo protege a Banofi: lanza un aviso a todo el sector. El tejido de pequeñas empresas distribuidoras, que vive precisamente de relaciones estables y de la confianza con los fabricantes, no puede quedar a merced de decisiones unilaterales tomadas desde una torre de cristal.

¿Una indemnización insuficiente?
Aunque el fallo reconoce la ilicitud, la indemnización de 20.000 euros se queda corta para la magnitud del daño. Banofi perdió una línea de negocio completa, tuvo que despedir trabajadores y vio desaparecer de golpe el 66% de su facturación. La propia sentencia reconoce que Casio actuó de forma desleal, pero aun así limita el daño al período de preaviso incumplido. Es una contradicción difícil de pasar por alto: si la conducta es ilícita, el daño va más allá del simple calendario.

Tampoco se indemnizan las inversiones hechas en previsión de continuidad, ni los costes de despidos, ni el valor del negocio perdido. Es un reconocimiento parcial de una lesión que fue total.

El silencio como estrategia
La negativa a publicar la sentencia, alegando el tiempo transcurrido, elimina parte del efecto disuasorio. La publicidad de las resoluciones no es un castigo mediático: es un mecanismo para que el mercado aprenda qué prácticas son inaceptables y cuáles ponen en riesgo la competencia leal.

Casio ha perdido un caso judicial, pero lo que realmente queda expuesto es su fragilidad estratégica. A medida que la competencia china sigue creciendo, las marcas tradicionales no pueden permitirse decisiones opacas ni rupturas arbitrarias con quienes han sostenido su red comercial durante muchas décadas, pilares fundamentales que ayudaron a crear ese prestigio a la marca.

Este caso es una advertencia para todos: la confianza se construye con años y puede romperse en un instante. En un mercado tan competitivo, la lealtad empresarial ya no es solo una cuestión ética; es un activo que ninguna marca en declive debería desperdiciar.



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