Tras el cierre de la fábrica en 2010 —último año en que Casio produjo allí módulos LCD y componentes LSI—, el viejo complejo industrial de la compañía en la ciudad de Nankoku, prefectura de Kochi, vuelve a generar preocupación. Un estudio reciente ha revelado contaminación del suelo por plomo y flúor, ambos con niveles muy por encima de los límites legales.
Los análisis, realizados entre abril y octubre de 2025, detectaron concentraciones de flúor hasta 2,5 veces superiores al estándar permitido y de plomo hasta 1,6 veces mayores. Aunque Casio asegura que no hay riesgo inmediato para la salud, las autoridades locales han reconocido que se desconoce si la contaminación ha alcanzado los acuíferos subterráneos, lo que podría tener consecuencias ambientales graves.
La Prefectura de Kochi ha ordenado un estudio urgente del agua en pozos y viviendas en un radio de 250 metros alrededor del punto contaminado. Por ahora no se han reportado impactos en el suministro de agua corriente, pero la posibilidad de filtraciones mantiene en vilo a la población local.
Casio, propietaria del terreno desde 1986, admite que la planta utilizó plomo y flúor durante sus años de operación, aunque también insisten en no haberse registrado fugas químicas ni accidentes. La compañía ha prometido realizar nuevas investigaciones para determinar la profundidad y extensión del daño y aplicar medidas correctivas conforme a la ley ambiental japonesa.
El hallazgo reabre el debate sobre la herencia tóxica de la industria electrónica en Japón, un país donde la alta tecnología y la protección ambiental conviven en un delicado equilibrio. El silencio bajo los cimientos de la antigua fábrica de Casio podría esconder un recordatorio incómodo: el progreso tecnológico siempre deja huellas, y algunas pueden tardar décadas en salir a la luz.
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