La fijación por los detalles

Hace poco fui al médico, y mi doctora me recetó unos comprimidos. Se quedó un rato pensando si dármelos genéricos, o de una farmacéutica de renombre. La "marca blanca", el genérico, tenía el mismo principio activo, pero finalmente concluyó diciendo: "te lo voy a dar de marca, que poca, pero hay diferencia". Así que al final me recetó los comprimidos de una firma muy famosa últimamente: Pfizer.

En efecto, había diferencia. Empezando por el envase, la caja de Pfizer tiene una solapa para cogerla y abrirla, y otra para cerrarla cómodamente. La del genérico te queda abierta por cualquier parte. Por otro lado, está fabricada en un cartón de calidad, con un diseño muy cuidado. La de los genéricos te pone el nombre del principio activo y lleva un cartón "de pulpa gorda", o sea, el más basto y barato que venden las papeleras, que se pone muy feo y envejece muy mal.



Esta es G-Shock, y que no te engañen: no hay otra.

Pero hay más diferencias. La de Pfizer lleva las tabletas marcadas, así que puedes saber el día de la semana que te toca la pastilla, y cuántas llevas tomando, sin necesidad de anotarlo ni meterlas en un pastillero. Las genéricas te las tiran ahí "según caigan", todas mezcladas unas con otras de cualquier forma.

Por otro lado, las de Pfizer llevan un plástico protector de la luz, que hace que los comprimidos se conserven mejor.

Dejando de lado el cartón, en todo lo demás es cuestión de diseño. A la firma genérica le sale al mismo precio ordenar sus pastillas correctamente en el blíster, y marcarlas en la capa de aluminio del mismo, donde inscriben su marca. Pero simplemente no lo hacen. Por desidia, porque son baratas y no les importa, o porque pasan de todo.


Rolex Oyster Perpetual Milgauss

Otro tanto ocurre con las pastillas efervescentes, o sobres para suspensiones orales. Si es de marca suelen tener no solo buena presentación, sino buen sabor. Los de marcas genéricas ni siquiera les ponen saborizante, en algunas ocasiones, y llevas el desagradable gusto del medicamento en la boca todo el día. Ahorran hasta en eso, a pesar de que hoy día los edulcurantes y saborizantes tienen precios ridículos.

Como veis, no solo en relojería, sino en casi todos los aspectos de la vida, el cuidado de los detalles es esencial. Es lo que marca la diferencia. Hasta tal punto que el detalle hace un reloj. Un Rolex Milgauss (en el mercado desde 1956), un Rolex Daytona (en el mercado desde 1963) o un IWC Ingenieur (a la venta desde 1955) llevan tantos años en el mercado que uno pierde la cuenta, y sin embargo siguen vendiéndose como rosquillas. Uno espera de ellos lo mejor, lo más cuidado y el acabado más preciso. Y lo obtiene, así que no tienen "fecha de caducidad". Su diseño y su imagen son imperecederas.


Grand Seiko en su variante para mujer.

Casio nunca pudo hacer eso. Sencillamente no es Rolex para tener un Daytona, ni es Seiko para tener un Grand Seiko (1960). Ellos son "la marca de relojería genérica", la firma "para pobretones", sin más. Y no hay que ofenderse por reconocerlo: es así. Siempre lo fue, y es algo que nunca cambiará.

Sus primeras calculadoras eran de plástico "debilucho", se rajaban con mirarlas. Las de sus competidores eran de latón y aluminio. Pero las Casio costaban como cinco o diez veces menos, amigos.

En cuanto a sus relojes, en los setenta eran muy buenos, aquellos Casiotron eran soberbios (aunque su IC - circuito integrado - no lo fabricasen ellos, lo encargasen), pero la realidad es que "se comían los mocos" con ellos. Eran buenísimos, pero los de la competencia también lo eran. Y había mucha competencia en los setenta - incluyendo bastantes marcas suizas elitistas -.

Pero en cuanto llegó el Casio F-100 y pudieron tirar de resinas, Casio despegó. En los ochenta inundó el mercado de relojes con cajas "de plástico", soberbios modelos con muchas funciones, pero con un detalle añadido: estaban tirados de precio.


IWC Ingenieur (portada del catálogo original de 1956).

Casio nunca fue Rolex. Sencillamente no tienen un modelo para serlo. Ni fueron IWC, ni fueron Zenith con su El Primero. Todas esas firmas tienen relojes de referencia, relojes emblemáticos. Si nos gastamos hoy cuatro mil euros en un IWC Ingenieur, o en un Omega Speedmaster (1957) o Montblanc Timewalker, podemos estar casi cien por cien seguros que, de seguir existiendo la marca, dentro de cinco o diez años seguirá habiendo un Ingenieur y un Speedmaster. O un Tudor Pelagos.

Pero si hoy te gastas ese mismo dinero en un Casio MRG-B2000, ya puedes prepararte para que dentro de un año, o incluso menos, ese reloj esté pasado de moda, se haya vuelto obsoleto, y un modelo más "chulo" lo haya sustituido. Te sentirás como si llevaras en tu muñeca una baratija, cosa que obviamente con Montblanc u Omega no ocurre.


Omega Speedmaster de la colección 2018.

En Casio sus virtudes son otras, pero por desgracia los nipones se empeñan en no verlas. Su "reloj baratija", un DW-5600 que, además - no lo olvidemos - fue de los primeros en estar en el espacio, tiene un precio irrisorio. A cambio tendrás que sustituirle biseles y correas (y cambiarle pila), pero no pasa nada. Puedes comprar otro cuando quieras. Ese es su fuerte que, dentro de su franja de "especialidad relojera genérica" (jugando con las palabras de "Especialidad Farmacéutica Genérica"), son buenos. Y si Casio sigue existiendo en cinco años, puedes asegurar que ese DW-5600 seguirá existiendo.

Así que en lugar de ofrecer biseles y correas para los DW-5600C y DW-5000 originales, en lugar de mejorar sus módulos y abaratar su coste, hacen todo lo contrario. Como en el caso del DWE-5600, le incrementan el precio sin ofrecer ningún plus. De hecho, se da la terrible circunstancia de que el DWE-5600 nos sale casi al mismo precio que un GW-5000, que llevaba caja de metal roscada, de acero macizo, recubrimiento iónico, y encima era Tough Solar. O sea: no solo no ofrecen más por menos dinero - que era lo que mejor hacían antes -, sino que ahora ofrecen menos cosas, por mucho más dinero. Se han convertido en "la Rolex para bobos". Una marca que a costa de campañas, patrocinios y embajadores de moda quiere colar sus productos.


Montblanc Monopusher de la serie Heritage.

Lo peor es que esa filosofía - la de relojes de moda, de colores y muy baratos, que era lo que hizo popular a G-Shock en los noventa - se extiende ahora a Collection, y dado que en G-Shock les ha funcionado tan bien, hacen lo mismo con el resto de sus modelos. Es una pena que nadie diga nada, no nos referimos a Casio, que obviamente ellos qué van a decir, para ellos genial. Para ellos que siga la fiesta por mucho tiempo. Nos referimos a que no hay una opinión crítica de los supuestos medios especializados en relojería, la mayoría de ellos les doran la píldora a G-Shock y sea lo que sea lo que saquen, todo es bueno. Y no es así.

Quizá sea porque la poca gente crítica que quedaba, se han hartado de dar siempre con la misma pared. Y oye, si los consumidores prefieren pagar los Frogman al doble de su precio, los MR-G al triple, y los Collections a cuatro veces más, ¿quienes somos nosotros para decirle a Casio que cambien y dejen de abusar del público más ingenuo?

El mayor problema es que, tarde o temprano, la gallina de los huevos de oro de tanto exprimirla, les va a reventar. Y luego quizá acaben vendiendo F-91s a un par de euros porque el resto de su gama ya no habrá quien se la compre. Porque en Casio el F-91 es "su Rolex", lo quieran asumir o no. Esa sí es Casio, y esa su realidad.


Casio GPW-2000. Casi 800 € que había que pagar por el reloj, y ya nadie se acuerda ni de cómo era.

| Redacción: ZonaCasio.com / ZonaCasio.blogspot.com

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