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1.01.2021

Los recuerdos que acompañan a un reloj



Los relojes no son más que eso: objetos. Dispositivos electrónicos (o mecánicos, antiguamente) más o menos sofisticados; una serie de manecillas que giran o de segmentos que se apagan y se encienden formando los dígitos. Pero al pasar los años acaban llenándose con tantas cosas nuestras, con tanto de nosotros, que acontece en ellos una curiosa metamorfosis. Y dejan de ser entonces un mero objeto.

No hablamos de quimeras cuando contamos cómo, antiguamente, el reloj pasaba de padres a hijos, era un bien preciado (y cuidado) en la familia, y un testigo directo de su devenir. ¡Cuántas veces habremos oído, o por lo menos leído, aquella pregunta de: "¿por qué llevas ese reloj?". Y la otra persona responde: "fue de mi abuelo..., fue de mi madre...".




Sin ir más lejos, hace no mucho el protagonista de "Campamento en el fin del mundo" respondía algo similar cuando le preguntaban por qué llevaba aquel enorme reloj en su muñeca. "Era de mi padre", responde.

No puedes llevar todo el día la chaqueta de tu padre. No puedes conducir su coche todo el rato (sin mencionar que, de hacerlo, poco te duraría), ni usar sus zapatos. Pero sí puedes llevar su reloj, como un trocito de él, latiendo contigo en tu muñeca. Lo mismo de tu esposo, de tus hijos... Porque sabes que, con él, también te llevas muchos de sus recuerdos.



Admito que tengo relojes que me gustan pero que no me pongo. Unos porque me traen malos recuerdos, otros porque parece que, si me los pongo, todo el universo conspira contra mí. Otros porque directamente les tengo manía, porque me recuerdan tiempos difíciles, o porque cuando lo llevaba ocurrió una desgracia que prefiero no recordar. De hecho, me deshice de algunos de ellos por esa causa.

Los que usamos todo el día, a todas horas y todo el rato un único reloj, tenemos en cierta forma una especie de "ventaja" (permítaseme la expresión) respecto a los que cambian de reloj cada día, o usan varios por temporadas o por épocas. De nosotros pueden decir casi fehacientemente aquello de: "este era su reloj", "éste era el reloj que siempre llevaba". "Este reloj era la única cosa de la que nunca se desprendía".



De hecho hace poco leía un suceso, ocurrido en un país de Sudamérica, en donde la policía había encontrado un cadáver en el río. Y la crónica añadía: "se le encontró con un reloj de Casio, que será uno de los elementos que facilitará su identificación". Cuando las ciencias forenses no estaban tan avanzadas ni existía tanta tecnología, el reloj era un elemento importante para saber la identidad de una persona, incluso para que sus familiares la reconocieran. Obviamente, luego apoyado por otras técnicas, como las huellas dactilares. Incluso para encontrar a personas, para reunir a familiares, como podíamos ver en la película "Lo imposible", basada en las desventuras de los que sufrieron el terrible tsunami en 2004.

Por desgracia, la aparición de esos otros "pseudo-relojes", los smartwatches de muñeca, está haciendo que todo esto ya se esté olvidando. Es lógico: un smartwatch no está hecho para durar, su LCD no es a prueba de bombas con sólidos, estables y robustos segmentos, o engranajes de metal y agujas físicas que se pueden reparar (y que, sobre todo, pueden durar muchísimos años), sino todo lo contrario: al poco de adquirirlo, ya tienes que cargarle una actualización. En unos pocos meses, su batería te dirá adiós, por obligación tendrás que adquirir uno nuevo, ya que los fabricantes se ocupan muy mucho de que no le puedas sustituir la batería y, de poder, no habrá recambios en el mercado. Sería improductivo y poco beneficioso fabricar ese tipo de componentes para tanta variedad de productos. Otras firmas, como Apple, ya se encargarán por sí mismas de dejarte inutilizado el aparatejo, porque tienen que seguir sumando beneficios y, por ende, tienen que vender.

Un reloj así no se lo podrás dejar a tus hijos. Un reloj así no se llenará de tus recuerdos. Un reloj así no se convertirá en tu compañero ni te despertará esos sentimientos de camaradería. Un reloj así no es un reloj.



| Redacción: ZonaCasio.com / ZonaCasio.blogspot.com




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3 comentarios:

  1. Hermoso artículo, gracias ZC. Felicidades.

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  2. Curioso. En el pasado yo también he tenido la sensación de relojes que cuando te los pones se tuerce el día. Y otros, en donde todo sale bien.
    Un smartwatch parece que no está hecho para durar, pero tampoco lo estaban los Casio F de los 80, y todavía se conservan muchos. Con tantos relojes inteligentes vendido, alguno saldrá especialmente bueno y caerá en manos de un dueño especialmente cuidadoso. Es cuestión de volumen, y puede que ese reloj, inútil ya de aquí a 20 años que no habrá ni BT ni App, sea apreciado en subastas de segunda mano.

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  3. Cuando recuerdo aquellos relojes de mi infancia F-84W (o F-87 no recuerdo 100%), CA-50 y W400, me vienen recuerdos concretos de cada uno de ellos. Es como cuando hueles ese olor y automáticamente te llega un recuerdo de un día. Cada uno me evocaba unas cosa, unos día, unas actividades concretas. Lo cierto es que al recuperarlos décadas después, ya como coleccionistas, recuperé los relojes pero no los recuerdos que llevaban impregnados en los que llevé yo. Y es que creo que la energía que cada uno tiene la transmite a sus objetos y se queda impregnada en ellos para siempre. Ahora puedo recordar todo lo que hice con aquel W400, pero al ponerme el W400 de la colección no me transmite nada, porque en él están los recuerdos de otra persona.

    Reconozco que entramos en el terreno de lo místico, y de lo no explicable...pero creo en ello fielmente..

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