Mientras comía, recorrí la habitación con la mirada fija, abarcando sus diversos detalles y buscando aún, como inconscientemente, algo tangible a que cogerme, entre los invisibles misterios que me rodeaban. "Seguramente -pensé-, debe de haber algo...". Y en ese mismo instante, mi mirada se detuvo en la esfera del reloj, al otro extremo. Dejé de comer inmediatamente, y me quedé estupefacto. Pues, aunque su tictac indicaba, muy ciertamente, que seguía marchando, sus manecillas señalaban un poco antes de las doce de la noche; pero como yo sabía muy bien, era mucho después, cuando presencié el primero de los extraños incidentes que acabo de describir.
Durante un rato, permanecí confundido y perplejo. Si hubiese marcado la misma hora que cuando había consultado el reloj por última vez, habría concluido que las manecillas se habían detenido, mientras su mecanismo interno seguía marchando normalmente; pero eso de ninguna manera explicaría que las manecillas hubiesen retrocedido. Entonces, mientras mi fatigado cerebro daba vueltas a este enigma, se me ocurrió de pronto que quizá faltaba poco para la madrugada del veintidós, y que yo había estado inconsciente al mundo visible durante la mayor parte de las últimas veinticuatro horas. El pensamiento acaparó mi atención durante un minuto entero; luego empecé a comer otra vez. Aún tenía mucha hambre.
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