Tardaba cuarenta minutos exactos por mi F-91 en ir a su casa. Tenía que atravesar la parte alta de la ciudad, recorrer aquellos puestos que, en verano, se llenaban de frutas frescas, flores o ropa de temporada. Arriba, antes de doblar la esquina, se encontraba la tienda de artículos para artes marciales ante la cual me detenía para admirar sus katanas, con la revista Dojo enrollada en mi mano.
Su nombre me llenaba de poesía. Y dábamos clases por las tardes a niños con especiales dificultades.
Pero todo aquello acabó. Como se agotó la pila de mi reloj y solo pudimos ver sus números difuminarse hasta apagarse.
Nunca más ver un reloj morir. Ya había visto demasiados: W-24, varios F-91, W-19, DB-520... Fueron demasiados en una lista interminable que dejaba bien claro que los exprimía a fondo. Y esa pantalla congelada que no te dice nada, muda y vacía como un televisor sin sintonía. Una mirada perdida. Un abismo de silencio. Un reloj muerto que no volvería a contar jamás aquellos cuarenta minutos.
| Redacción: ZonaCasio.com / ZonaCasio.blogspot.com
¿No existe alguna otra manera de adquirir el texto de Nelbu, 19 minutos que no sea por Amazon?
ResponderEliminarQue bonito lo del "abismo de silencio"
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