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9.06.2017

Algo SÍ ha cambiado


Hace poco, mientras iba caminando por la calle me llamó la atención una niña pequeña, de unos cinco o seis años, que su padre llevaba en una sillita de niños. La pequeña jugaba con un juguete entre sus manos, y en su muñeca destacaba un reloj de color muy infantil: un Casio F-91 amarillo, ya bastante descolorido por el uso.

Me hizo un poco recordarme a mí mismo, y seguro que a muchos de vosotros, cuando ya desde pequeños nos hacíamos incondicionales de aquellos F-14 o F-30 digitales, o de algún Marlin -los más afortunados- de resina.




Y sería (la de la niña en la sillita) una escena entrañable, incluso dulce, si no fuera por un "grotesco" detalle: el Casio de la niña era un modelo falso.

Dejando de lado la poca delicadeza (incluso dedicación) de un padre que se fía de un producto falso para ponérselo a su hija pequeña, la escena es una fiel alegoría de los tiempos en los cuales vivimos: la falsedad, la preocupación solo por las apariencias. La carencia total de ética.


Hoy triunfan los productos de lujo, "de marcas" y caros, no porque sean los más duraderos, ni los mejores ni los de más calidad, sino simplemente por aparentar ante los demás que podemos adquirirlos. Por lucir un Gucci o un "dior_quesea", un Certina o un Junghans, aunque el reloj en sí, en su construcción, no valga ni la mitad de lo que nos ha costado. Casio también lo sabe, y por eso lanzan sus Frogmans o sus Gulfmasters al precio que los lanzan, porque saben muy bien que no solo se venden sino que, cuanto más caros y exclusivos parezcan, más se venderán.

En el otro lado de la baraja encontramos a los fabricantes mediocres, malos o simples falsificadores, que llenan nuestro mundo con copias tóxicas, peligrosas, o de mala calidad de China y de los países asiáticos.


Mientras que, en nuestro tiempo, comprar un Casio era unirte a un club en el que estabas orgulloso de pertenecer, y disfrutar de un reloj durable y fiable, el mundo que va a conocer esa niña, en que de hecho está ya inmersa, es radicalmente distinto. Para ella la calidad habrá que pagarla, en forma de producto de lujo, mientras que para nosotros la calidad y fiabilidad era algo que se le presuponía cuando adquirías un reloj.

Ella viste un reloj falso y, para lo que lo usa, le es útil. Y en efecto, en eso queda todo reducido: en lo que me pueda beneficiar a mí, olvidándonos por medio de todo lo demás, y no solo de que ese reloj haya sido fabricado con mano de obra ilegal o esclava (lo cual probablemente, por desgracia, haya sido así para venderlos a los precios que los venden incluso trayéndolos desde el otro lado del mundo), con medidas medioambientales de risa, sino olvidándonos incluso de nuestra propia salud.


Para esa niña el mundo que nosotros vivimos es ya una quimera, de hecho a mucha de la juventud de hoy le suena a algo irreal, a una historia o un cuento bonito que dudan de su veracidad porque lo ven imposible, pero realmente existió. Y no es que yo (o nosotros, quienes los hemos vivido) después del tiempo transcurrido lo veamos con cierta benevolencia nostálgica, por supuesto que tenía sus cosas malas, pero en ese aspecto, en entrar por la puerta y salir con un reloj que no era una imitación, y satisfecho de tu compra, era así. Ahora, ¿cuanto nos dura la alegría de nuestra compra? Y eso si existe, porque la mayoría de personas, en una época en donde casi todo lo tienes que adquirir vía internet (las tiendas o no lo tienen, o tienen que pedirlo al distribuidor, tardando más de lo que nosotros tardamos en hacerlo online), la mayoría de las veces la satisfacción que sentimos es mientras dura la espera, y cuando tenemos finalmente el producto en nuestras manos o ya se nos ha pasado la ilusión, o nos decepciona totalmente.

Y otro hecho, para terminar, me llama mucho la atención de esta sociedad de consumo de hoy a la cual no todos colaboramos, pero en cuya vorágine nos vemos inmersos queramos o no: los pagos adelantados.


¿Cuándo se ha visto que haya que dar el dinero, antes de que tengamos lo que hayamos adquirido? En una transacción normal, de siempre, yo tenía mi producto, lo miraba, lo probaba y sólo luego, si me gustaba y quería quedarme con él, lo compraba. El llegar a una tienda y que no tengan lo que quieres (aunque digan que son distribuidores oficiales de la marca) y que tienen que pedirlo, está a la orden del día, pero encima todo ello tienes que pagarlo antes de tener el producto.

Muchos de nuestros abuelos se llevarían las manos a la cabeza preguntándose cómo es eso de que pagues el reloj (o el producto que sea) antes de tenerlo, antes de haberlo visto con tus propios ojos incluso. Nos dirían que -de siempre- primero se mira lo que vamos a comprar, y luego es cuando se paga. No vaya a ser (como por desgracia ya le ocurrió a más de uno) que en lugar de un reloj te envíen un plátano, o en lugar de unos zapatos, una piedra.

Pero en este consumismo absurdo de hoy, en este mundo del dinero de plástico, del engaño y la falsificación, a todos (bancos, tiendas y productores) les interesa tener el dinero antes. A todos, claro, menos al consumidor. Y todo para que luego, cuando te lleves la decepción con ese reloj falsificado o mucho más caro de lo que en realidad vale, te lo pienses dos veces antes de hacer todos los trámites para que te reintegren el dinero. Y saben muy bien (porque tienen sesudos estudios que lo avalan) que si la gente se lo piensa dos veces, la mayoría de ellos optarán por no perder más tiempo ni sufrir mas quebraderos de cabeza, y se tragarán lo que hayan adquirido.


Eso sí, correrán a su perfil en la red social como posesos a presumir de lo fantástico que es el último reloj adquirido, para que al menos eso les sirva de consuelo y autoconvencerse de que no han hecho una compra tan estúpida, y que otros les digan que no han tirado el dinero. Pero, en el fondo, en muchos casos, saben que de habérselo pensado y de haber sido este negocio como antes, ese reloj no se lo habrían comprado ni por asomo.

Pero da igual, para aliviarse buscarán otro, en ese autoconvencimiento que persiguen algunos de hacerse creer las mentiras que nos venden las agencias de marketing. Y así se retroalimenta el mercado, con productos sobrevalorados y caducos, para que la rueda siga y siga girando. ¿Hasta cuando? Quizá, hasta que nos encontremos en frente un día a una niña de cinco años luciendo inocentemente un falso Casio de colores, y despertemos dándonos cuenta de hasta qué niveles tan extremistas de depravación hemos llegado.

| Redacción: ZonaCasio.com / ZonaCasio.blogspot.com

9 comentarios:

  1. El tema de los Casio F-91W falsos es peliagudo, porque la diferencia de precio a la que se venden es pequeña comparada con el original. Pensemos que uno falso, lo podremos encontrar por 5€ o 6€, y el auténtico por 9€-12€, así que creo, que ese padre, simplemente no fue consciente de que era falso, de su mala calidad, y de los posibles riesgos cutáneos para la niña. Obviamente, si la niña hubiera lucido un Rolex, entonces si que el padre sería plenamente consciente de los riesgos.

    A mi me da que pensar. En mis tiempos, con 5 o 6 años, yo ya deseaba un Casio. Pero no podía ser. Y como muchos, tuve que esperar hasta los 8, en un cumpleaños. Otros fueron comunión, o Reyes. En España el poder adquisitivo era menor, y los relojes Casio F y W, eran comparativamente más caros que ahora. Ofrecían tecnología punta, y eran Made in Japan. Nada que ver con hoy en día. No podían ser un regalo para destrozar. Nos los compraban, y los cuidábamos como oro en paño.

    De productos falsos, mi postura está clara. Si no puedes tener un bolso Gucci auténtico, con uno falso sólo te estás engañando. Mejor compra uno en Mango, que tendrá algo más de calidad, y será más barato que la imitación. Si no puedes permitirte un Tissot original, cómprate un Festina original, antes que el Tissot falso. Con las falsificaciones, muchos creen que aparentan, pero no es cierto. Se ve a la legua.

    Sobre el consumismo sin sentido, estoy con vosotros. Es un sinsentido, pero admito que la tentación es mucha. Hace un par de días, me compré un F-105W, simplemente porque me encantan ese tipo de relojes, porque es un modelo que no tengo, y porque los 16€ que me costó, es menos de lo que cuesta una entrada de cine con palomitas y bebida. Que su alegría dure o no, creo que es algo que depende de la mentalidad de cada uno. Si lo uso tanto como el F-84W, el F-91W, o incluso el W-86, y disfruto llevándolo, sin duda habrá valido la pena. O sea, que si puedo permitírmelo, en vez de comprarme ese mes 2 revistas, pues porqué no? Porque no ir luego a por un W-59, un A-159, etc?

    Me gusta la reflexión de comprar productos sin tocarlos. Hace no mucho, precisamente lo que nos encantaba era ir a tiendas de electrónica, y ver la mercancía. Probablemente acudíamos a ellas varios días, antes de que finalmente tuviéramos la suerte de poderlo comprar, y ese era un gran placer. Por otro lado, las tiendas online, nos permiten muchas veces tener productos a casi la mitad de precio oficial. ¿Cómo habríamos disfrutado más de niños? Yendo de tiendas a probarnos relojes Casio, o pudiendo tener dos por el precio de uno?

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  2. Es cierto, en nuestros tiempos llevar un Casio con cinco o seis años era inusual. Hoy nos quedamos que es culpa de Casio, que las correas duran dos veranos... Pero también es verdad que -por lo general- el consumidor medio está mal acostumbrado. Que un reloj valga lo que una bolsa de palomitas o una revista dice claramente lo mucho que se han desprestigiado. Pero creo que siempre hay un término medio, no puede ser que solo puedas elegir o un F-91 de 10 €, o un Frogman de 1000 €. Creo que por 200 € o 100 € podría haber un perfecto término medio que, hoy en día, es inexistente, cuando antes sí había esa opción.

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  3. Así es ZonaCasio. Y siempre nos quejamos de eso, que cada vez hay menos productos de gama media (prime), que cada vez hay menos clase media, y que al final, o hay low-cost, o premium, pero nada más.

    Casio, desgraciadamente no es una excepción. Lo hemos dicho siempre, que ha ocurrido con las series W y caja de acero? No hablo ya sólo de Marlin, sino de relojes duraderos.

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  4. Esa es la cuestión, y has dado totalmente en el clavo: ese producto que no solo en relojes, sino en tantos productos de consumo hoy en día se echa tan en falta. Nos hemos acostumbrado a las copias chinas baratas, que ha llegado el punto que ya solo tenemos eso: cosas chinas baratas. A veces ya ni siquiera son copias, a veces es el producto en sí el que es malo y ni siquiera es una copia.

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  5. ¿Que no hay un término medio de 100-200€ entre el F-91 y el Frogman? ¿Y el GW-M5610 entonces qué es?

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  6. Pero Casio no es G-Shock, G-Shock es solo una línea de producto. E incluso dentro de G-Shock notienes esa línea de producto, porque si consideramos los topes de G-Shock como los MR-G por 2.000 €, la gama baja por 100 €, tampoco hay término medio, a no ser que consideremos a los Mudmaster o G-Steel como término medio de G-Shock.

    Un término medio de Casio podría ser un W-780, que antes sí había, pero ese hueco hace mucho que dejó de cubrirse por Casio. No puede ser un término medio un GW-M5610, porque entonces dejaríamos a G-Shock sin modelos de gama baja, y sinceramente un reloj con caja de resina no puede considerarse un modelo de gama superior, al menos para mí no lo sería. Por eso considero superior a todos ellos a los MR-G y Frogman, y de hecho Casio -por precio- también los considera así.

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  7. Creo que deberías conceder el beneficio de la duda a los padres de esa niña: como ya se ha señalado en otro comentario, es posible que hayan 'picado'. Escribe estas líneas alguien que también ha 'picado'. No fue un reloj Casio, sino de otra marca; por fortuna, el dinero que perdí fue poco.

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  8. Sí, Diego, yo también quiero pensar que es así.

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  9. Por mi parte nunca conocí los relojes Casio hasta que fui adulto, me crié con relojes chinos me parece que el mejor fue de marca Q&Q bueno en mi país la diferencia de precio entre un reloj chino y el Casio más económico es de 4 a cinco veces por lo que esa es la razón principal de comprar un reloj chino, afortunadamente no he tenido problemas pero es cierto que no se sabe lo que se tiene en las manos.

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