Dicen que del amor al odio hay tan solo un paso. ¿Y del odio al amor? Yo creo que también. Recuerdo cuando adquirí mi Nokia 7500 Prisma (Nokia 7500 Prism). Me gasté casi todos mis ahorros en él. Me fui un sábado, a primera hora -para que no hubiera mucha gente- a un centro comercial, prácticamente en el mismo momento en que el móvil aterrizó en España, y lo adquirí sin subvención de operador ni nada por el estilo: total y absolutamente libre. En aquellos años no eran muchas las personas que se comprasen móviles libres, porque estaban carísimos. Aquel día me pasé toda la tarde fuera de casa, simplemente para "lucirlo" y disfrutar de él. Su brillo, sus formas marcadas, su aspecto... ¡su ligereza¡ Me entusiasmaba aquel móvil. Pero no todo empezó tan bien. En realidad el móvil empezó decepcionándome, porque era desastroso usarlo, una auténtica pesadilla manejar su teclado con esas formas tan poco ergonómicas de sus teclas... y la pantalla, muy bonita, pero su forma de prisma hacía que en cuanto saliera el sol se reflejasen los rayos en ella y te quedaras ciego al mirarla. Pero aún así sentía ese amor inexplicable por ese celular. Es como esos amores, que sabes que son dañinos y que deberías dejarlos, pero no puedes. No puedes. Te tienen prisionero.
El 7500 Prism lo usé hasta que el pobre aparato no dio más de sí. Lo acabé destruyendo (aunque funcionar, aún funcionaba), porque Nokia le había incluído una especie de "frames" laterales personalizados que se resquebrabajan por todos lados sólo con rozarlos. Un enorme fallo de diseño que hacía que el móvil no aguantase mucho. Sino hubiera sido por eso, tanto en firmware como en el plástico usado (de muy buena calidad), habrían conseguido un móvil indestructible.
Tal vez el mejor ejemplo no sea el móvil, sino una chica. Seguro que más de uno habréis conocido a esas mujeres de carácter indomable que no las quisierais ver ni en pintura, y luego os acaban robando el corazón.
Con los relojes en más de una ocasión ocurre otro tanto de lo mismo. El Casio GD-350 era uno de esos modelos que muchos decían jamás se comprarían. Mastodónticos, sin tecnología Tough Solar, con formas incluso grotescas. Sé de casos que empezaron así, y luego acabaron comprándose todas sus versiones. Probablemente a vosotros también os ha ocurrido con algún modelo de reloj, el cual nada más verlo hubiérais pensado algo como "jamás me compraría esa cosa", y sin embargo pasan los días... y empezáis a recapacitar "pues visto de cerca no está tan mal"... "Pues desde ese perfil incluso es bonito". "Pues voy a ver qué versiones hay". Cuando os empieza a ocurrir esto, irremediablemente os acabará ganando el corazón. Y os acabaréis enamorando perdidamente de él. Del odio al amor.
Yo también he experimentado esa sensación con algún modelo de reloj. Confieso que en otros (como en el DB-36) hubo "amor a primera vista", pero hubo otros que me parecían "infumables". El F-28 es sin duda uno donde esta separación entre un reloj que odias a terminar llegando a amar profundamente se hizo más evidente. Al principio pensé que era un reloj-juguete, una tontería extraña y anticuada que no tenía ninguna virtud ni nada que aportar, y sí muchos defectos. Pero poco a poco cada vez me llamaba más la atención. Luego el tenerlo en mis manos fue... No se, quizá diga esto porque soy un enamorado de él (y quizá sea muy exagerado también, pero qué narices, vosotros también amáis los relojes y me comprendéis perfectamente), pero era como conocer a la chica de tus sueños, a esa mujer que te lee los pensamientos sólo con mirarte a los ojos. Su trasera (qué preciosidad esa "tapita" plástica...), sus botones totalmente escondidos, sus dimensiones compactas, su ligereza, las letras "Lithium" grabadas, su sencillez llevada al extremo... Todo en él me acabó cautivando, casi tan fuerte como lo empecé odiando.
Deseo fervientemente que Casio vuelva a tenerlo en cuenta, y se decida a fabricar un modelo más completo, con cuatro botones al estilo W-202, pero con la misma tapa de cierre de resina, y con los botones totalmente cubiertos y escondidos.
A día de hoy el F-28 es uno de los pocos relojes de Casio que no uso "por miedo". Por miedo a que se estropee. Por miedo a que no vuelvan a fabricarlo. Por miedo a que desaparezca del mercado. Por miedo a no encontrar respuestos...
Por miedo a perderlo.
Es una preciosidad de reloj. Invariable a lo largo del tiempo (sus formas son y fueron siempre total y legítimamente ochenteras), resistente, perdurable y cautivador. Vale, sólo cuesta unos pocos euros. Pero el amor no tiene precio. Y este reloj tampoco.
| Redacción: Zona Casio
El F-28 me parece un reloj maravilloso también. Cumple con todos los estandares iconográficos de Casio en los 80. Tanto en la caja, como en la serigrafía. En este último apartado de combinación de colores siempre me ha recordado a la ochentera marca "Skip". Aunque se elimine el logo del frontal es imposible que no distingamos que es un Casio. A metros de distancia.
ResponderEliminarUn reloj muy bonito. Lo ves y siempre te preguntas : ¿donde están los botones? La gente se queda mosca si no lo conocen, creen que es u ndigital tactil o sin botones.
ResponderEliminarQue bonito también el 7500, es un móvil tan raro que lo ves hoy en dia y no parece anticuado.