El lugar de tu recreo

Hace unos años inauguraron una zona completamente nueva de la ciudad. Sin apenas tiendas ni lugares de ocio, sus amplias avenidas y calles se mantenían desiertas en prácticamente la mayor parte del día, creando un llamativo contraste con los populosos barrios de tiendas que, apenas un par de manzanas más allá, la cruzaban. Su orografía (algo elevada del plano del resto de la ciudad), su orientación (con gran luminosidad del sol) y su amplitud hacía que dar un paseo por esas calles fuera una experiencia muy relajante. Enseguida me quedé cautivado por ella, y esperaba con bastantes ganas el momento de la semana de pasear por allí tranquilamente. Sé que es algo sencillo y simple, no se trata de un viaje de lujo ni de escenarios glamorosos de las ciudades más cosmopolitas del planeta. Algo humilde y sencillo. Pero la felicidad no es complicada. De hecho, los momentos en los que nos sentimos más a gusto y disfrutamos no tienen por qué ser necesariamente algo extraordinario y caro, sino algo sencillo y corriente que, simplemente, nos permiten estar bien, en paz con nosotros mismos.

Muchas personas encuentran ese momento en las tardes de verano, tomando un refresco o charlando simplemente en un rincón de su barrio con su gente. Recuerdo que una antigua amiga añoraba los momentos que pasaba por las tardes, conversando con sus amigos en las escaleras de la iglesia de su pueblo. Son momentos que debes aprovechar cuando los estás viviendo, porque ésos son los instantes verdaderamente auténticos.

Te preguntarás por qué te cuento todo esto. Bien, hay relojes, determinados modelos, que nos hacen sentir lo mismo. Tienen esa facultad de hacerte cambiar el día, de sacarte una sonrisa o de hacerte sentir más cómodo, simplemente con ponértelos y mirar hacia ellos. A veces es por la melancolía y la multitud de recuerdos que hacen llegar a tu memoria, y otras por la atmósfera que te inspiran, por los momentos que te evocan. O porque, simplemente, te hacen sentir así.

Hay un par de relojes que nada más ponérmelos me transmiten esa sensación, tan diferente y gratificante. Uno de ellos es el W-71. Ese modelo, junto con el F-28W, me traslada a los años ochenta, a épocas pasadas y es en cierta forma como si te hiciera volver a sentir adolescente. Me imagino que eso también le ocurrirá a quien siente pasión por los automóviles y tiene la fortuna de probar un auto de su juventud, o un modelo mítico.

El otro modelo de reloj que hace también inspirarme esas sensaciones es el W-800H. Ciertamente no es un modelo antiguo (no tiene por qué serlo para hacerte sentir bien con él, faltaría más), pero tal vez sea su grácil y delicada forma, sus dígitos de gran visibilidad y su mezcla de reloj novedoso y actual en una caja rectangular tan legendaria, que en torno a él se apiñan una explosión de sentimientos y sensaciones que dan como resultado un reloj para mí muy especial. Lo mismo que a muchas personas sus 5600 de G-Shock les hacen sentir más seguros, o que a otras sus modelos de agujas con números romanos les hacen trasladarse a su niñez.

Los relojes, al fin y al cabo, son meros instrumentos, artilugios por los que también pasa el tiempo y las desventuras. Pero nosotros les dotamos de una historia, de una huella, de nuestro particular punto de vista y de tratar las cosas, de nuestra forma de enfrentarnos a las circunstancias, que acaban cargados también de todo un bagaje de sensaciones emotivas que les dota de cierta vida. De nuestra vida. De los momentos de esa misma vida que comparten con nosotros.


| Redacción: Zona Casio