Una de las cosas que más me desagrada es ver que el reloj que uso se queda sin pila. Por eso me encantan los relojes con pilas de larga duración, porque pareciera que nunca se les agota y, para hacerlo, ya tienes que tirar de alarmas y abusar de su iluminación con ganas.
Todo esto, quizá, venga de los tiempos en donde la cuestión de las pilas era algo que estaba a la orden del día. Hoy no, claro, los chavales de hoy están acostumbrados a quedarse sin batería cada dos por tres, y solucionarlo poniendo el dispositivo a recargar, o llevando consigo un "powerbank" (batería externa). Pero en mis tiempos, insisto, la cosa era muy distinta, y quedarte sin pilas suponía tener que esperar al día siguiente, en muchas ocasiones hacer tiempo hasta que la tienda abriese - trastocándote tu agenda -, pedirla, tener la fortuna que el vendedor tuviese ese modelo en existencia, desarmar "el cachivache", volverla a colocar, volver a configurar todo... Cuando esto te ocurría en un reloj o en una agenda portátil, era ciertamente una gran molestia. Y si eras medianamente sensible con el medio ambiente, cambiar de pila tampoco lo llevabas muy bien.