Probablemente os ocurra como a mí: hay relojes que, por mucho que os gusten, seguramente no os volváis a poner. Os traen recuerdos demasiado dolorosos, y pertenecen a una época llena de tristeza. Es como, si esos acontecimientos, se quedasen grabados imperecederamente en ese modelo de reloj.
Es algo irracional, claro, pero tendemos a dotar a ciertos objetos de vida o de personalidad, más aún si se trata de un objeto dinámico y animado como lo es un reloj.