Siempre me ha fascinado esa característica tan curiosa que poseen las cuevas y grutas, consistente en que, cuando afuera hace el más crudo invierno, dentro de ellas la temperatura es más cálida y viceversa: cuando fuera hace el más soporífero calor, dentro su temperatura es refrescante. Eso es debido a que -como bien sabréis- ese tipo de emplazamientos mantienen una temperatura más o menos invariable a lo largo de todo el año.
Por fortuna cerca de mí tengo algunas rutas, a las que puedo acercarme en bici y, durante estos días, suelo llegar a casa por un túnel subterráneo excavado en la roca, bajo la ciudad, aliviando así durante mi recorrido, al menos en parte, esa ola de calor que durante estos días en algunas zonas de la Península estamos padeciendo.