Finalizaba el mes de enero del año 1989, y los periódicos italianos amanecían con una interesante noticia: Casio podría empezar a trasladar parte de su producción de calculadoras a Europa. Según se contaba, el 60% de la producción de calculadoras que Casio fabricaba entonces se dedicaba a la exportación y, de ellas, ni más ni menos que el 30% venían a Europa. Así las cosas, no era extraño que Casio tratase de mimar este mercado lo máximo posible.
Se decía también que las negociaciones podrían apuntar a que el sitio elegido sería Madrid, en España, y que algunos contactos de la península trataban de convencer a Casio para que eligiera esa ciudad como destino de una de sus factorías. Eso nunca llegaría a materializarse, como bien sabemos ahora. De hecho, unos años más adelante Casio se las vería y se las desearía para mantener su negocio de calculadoras a flote, con la aparición de la microinformática y el abaratamiento de costes de ésta, pero esa ya es otra historia.
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