Mientras en los sesenta los más jóvenes se reunían para organizar aquellos "guateques" donde quiera que hubiese un enchufe al cual conectar un tocadiscos, en los setenta cualquier rincón del parque o del campo podía ser una sala de fiestas, gracias a la aparición y masificación de los radiocasettes.
En los ochenta la música pasó a ser algo más personal, que uno podía disfrutar a solas - y por fortuna ya en cualquier parte -, gracias a los Walkman. Luego llegarían los discmans pero, si algo destaca en ese sentido en los noventa, fueron los MP3 Players. El formato MP3 supuso una auténtica revolución a mediados de los noventa, cuando gracias a él la música - por fin - comenzó a difundirse libremente por Internet. Y es que este formato permitía aligerar brutalmente el peso de los archivos de audio, con calidades cercanas como las de un CD. El estándar sería aprobado en 1992, justo cuando el DW-5900 fue presentado por Casio. En el 97 sale a la calle el primer reproductor de música para ese formato, era el MPMan, con 32 o 64 MB de capacidad, suficiente para llevar con nosotros de 6 a 12 canciones.
Hoy, cuando este tipo de reproductores ofrecen "gigas" de capacidad, puede parecer ridículo, pero tengamos en perspectiva qué teníamos por delante en aquellos años: unos walkmans con cintas de casettes que devoraban pilas y en las cuales, para acceder a sus "pistas" o canciones, había que hacerlo analógicamente pasando antes por todas las demás. En cambio, el acceso digital de un MP3 Player era directo.
Pronto la industria de la electrónica descubrió un filón: en el 98 se pondría en la calle el Rio PMP300, superando todas las expectativas de ventas. Fue el regalo estrella en la Navidad de aquel año. El PJB-100 de 1999 y con 4,8 GB de capacidad sentaría también el precedente para todo lo que vendría después.
Pero si la compresión de música gracias al nuevo formato MP3 crearía un abismo, un antes y un después comparado con todo lo que había, no lo fue menos la telefonía. Desde mediados de los noventa la telefonía móvil empezaría un ascenso imparable, pero si algún aparato en los noventa se convertiría en aliado indiscutible para los jóvenes, ese sería el One Touch Easy de Alcatel. Una línea de texto en su minúscula pantalla, pero era más que suficiente. Su batería podía sustituirse por pilas y con él empezábamos a sentir una mayor libertad: podíamos hacer llamadas (y recibirlas) sin estar en casa. Y con un número de teléfono propio, solo para nosotros. ¡Eso sí era la leche!
Mientras tanto, convivía también con los "beepers" o "buscapersonas", eran los dispositivos ideales para mantenerse en contacto antes de los móviles, y luego serían una especie de "teléfono para pobres", que usaban aquellos que no podían adquirir un teléfono móvil o/y no podían pagar aquellas abusivas tarifas de telefonía de entonces (bueno, en ese sentido la cosa no ha cambiado, las compañías de teléfonos u operadoras siguen sacando tanta o más tajada de casi lo mismo antes como ahora).
En ese aspecto, el "beeper" de Motorola que una famosa compañía de bebidas te regalaba a cambio de unos cuantos (15 en total) "puntos beep" (que se encontraban en el tapón de las botellas de 500 cc, y el plus de pagar además 1.500 de aquellas pesetas) marcó a toda una generación de los noventa. Y es que, ¿quién no recuerda o no ha tenido algún conocido con aquel pequeño dispositivo? Claro que llamar era un engorro, los mensajes había que decirlos de viva voz y era habitual que la operadora se equivocara. Funcionaban sobre la red Mensatel de Telefónica (que dejó de prestar servicio en 2012), y dejar un mensaje en él costaba nada menos que 100 pesetas. En suma, no eran muy fiables y encima eran caros -bueno, una tercera parte de lo que cuesta un SMS ahora, la verdad-, pero hay que reconocer que el aparato estaba chulo: su solitaria pila AAA le daba una grandísima autonomía, y contaba con reloj, alarma, hora, calendario... Todo en un display de una sola línea.
Así que podríamos decir que los noventa fueron los años del reinado de las monolíneas: el One Touch Easy con su display de ese estilo, el buscapersonas con lo mismo, el reproductor MP3, también con sus minúsculas pantallas... Y, cómo no, el DW-5900, también de tipo monolínea. Luego llegarían los displays TFT, a color, planos y con tecnologías mucho más deslumbrantes (y también con más demanda de energía). Pero esa ya sería otra década.
Para nosotros, sin embargo, los que vivimos los noventa, esa década se queda grabada por sus cibercafés - en cada esquina había uno -, y aquellos displays de la primera época digital, que luego lo llenarían todo. Seguro que no era lo mejor, pero tenía su encanto. Era el equilibrio entre lo tecnológico brindándote su ayuda, y la libertad de sentirte, cuando quisieras, "desenchufado" de todo, algo que hoy no sucede y ni siquiera percibimos. Años en los cuales una pila te salvaba la situación, en donde no tenías que hacerte esclavo de enchufes, y en los cuales podías mantener en funcionamiento tu teléfono móvil, reproductor de música o tu beeper, por semanas. Un tiempo en donde la información iba al grano, sin distracciones, porque en aquellos displays monolínea solo debía aparecer lo importante, lo básico y necesario. Solo lo que necesitabas saber de sus menús o sus funciones, y sin restarte tu valioso tiempo. Como los DW-5900: solo darte la hora, y luego dejándote respirar.
Sintiéndote libre para seguir viviendo sin sentirte anclado a ninguno de aquellos aparatos. Funcionales y precisos, para lo que tenían que ser. Y era suficiente.
| Redacción: ZonaCasio.com / ZonaCasio.blogspot.com
Bonitos y desaparecidos gadgets. El recuerdo de una época.
ResponderEliminarQue recuerdos ese mensatel beeper.
ResponderEliminarQue recuerdos... Aún tengo el beeper de cocacola guardado, aún me acuerdo de que había que guardar X tapones y luego 1000 pesetas, o algo así, para que te lo enviaran. Yo fui de los raros que usaban minidisc por la calidad tan pésima que daba la compresión mp3 a 128, al final claudique y me hice con un reproductor mp3 por la comodidad.
ResponderEliminarEn fin, fue una década interesante.