En mis editoriales que siempre abren las páginas de cada número de la Revista ZonaCasio siempre trato de empezar con una imagen que haga referencia al mundo del tren. En el primer número era dentro de un tren de viajeros, y en este me he acercado hasta un pueblo a algunos kilómetros para hacer una imagen de mi W-720 sobre las vías (algo que no se debe hacer, por cierto, no hay que andar sobre las vías de un tren que estén en uso).
Mi relación con el mundo del tren viene de muy antiguo, y aquí he hecho referencia a ello en varias ocasiones. Hace muchos años era el único medio de comunicación desde mi pueblo, y aparte de una destartalada carretera, si querías salir de allí sólo tenías como opción el tren. Por eso para mí el tren siempre fue sinónimo de libertad, de nostalgia.
Claro que en mi pueblo la modernidad le ha llevado autovías, y de hecho tal es así que ahora, paradójicamente, es muy difícil llegar en tren y si quieres hacerlo estás obligado a sufrir transbordos.
Todo lo que he contado hace que mi medio de transporte preferido, o uno de ellos, sea el tren. Odio el autobús, el coche y el avión. El autobús es soporífero viajar en él, si haces viajes largos debes seguir los parámetros que te marque la ruta, con detenciones y paradas para comer o "estirar las piernas". Odio ese tipo de paradas. Me resultan insoportables. Yo no quiero parar. ¿Y si no te apetece ir al bar? Pues te miran todos como un bicho raro. El autobús es desastroso desde todos los puntos de vista.
El avión no me gusta por otros motivos. Me encanta volar y la sensación de estar en el aire, pero lo paso muy mal por razones de salud, y por ello evito siempre volar.
El coche... Bueno, es un vehículo asfixiante, monótono y cansino. Encima con los automóviles actuales apenas sientes el ruido del motor (que es lo que más me encanta, ¡ah, aquellos diésel!), tienes que viajar oyendo música como si fuera una discoteca, y aprisionado entre cristales como si fueras en una caja mortuoria.
Prefiero con mucho la bici o las motos, te dan más libertad, sientes y prevés mejor lo que ocurre a tu alrededor, te permiten reaccionar más rápido.
Pero volviendo al tren, por desgracia esas bonitas sensaciones que nos transmite a nosotros se están perdiendo. Las generaciones actuales ya no sienten, en la mayoría de las ocasiones, nada de todo eso. Cuando voy a la estación hay un silencio sepulcral, nada parecido a lo que había antes, donde todo el mundo estaba animado, conversando, amable... Hace poco me acompañaba un chico que hacía años que no subía a un tren, y se quedó asombrado al ver a todo el mundo enfrascado en sus móviles, sin mirar a nadie, como estatuas. Parecía una estación fantasma.
Claro que las compañías de trenes tampoco son lo que eran, y son muy responsables de todo ese desapego que hacia el mundo del ferrocarril hay ahora. En lugar de un amable dependiente, ahora quien te da los billetes es una máquina, y si tienes algún problema allá te las compongas tú con el número de teléfono del call center, en donde en lugar de ayudarte intentarán venderte algo, porque solo los atienden comerciales.
A dónde vamos a parar. Fríamente te da tus billetes sin informarte de horarios, vías, retrasos o incidencias. Ya te enterarás "si conviene". Eso incide negativamente en los ánimos de los viajeros, que se vuelven también "autómatas", no hablan, no dicen, no saben, no contestan. Como máquinas expendedoras sin alma.
Luego entras en el vagón, cuya puerta tienes que abrir tú (¿qué fue de aquellas puertas automáticas que se abrían solas? ¿Tanta tecnología para esto? Dicen que es por seguridad, pero yo creo que es más bien para ahorrar, por tacañería), y te sientas en sillones de plástico impersonales, duros, sucios y mugrientos. Al principio eran muy modernos y bonitos, pero ya no lo son. Como el sistema automático de información: al principio te decía cada parada ("estación de Santa Rosa, confluencia con líneas seis y siete"), pero ahora el trasiego las ha transformado en un lenguaje que más parece alienígena: ("....xpffftación pfffgrosa.... Prgggfffas ñiñiñi ...ete").Y a nadie parece importarle, qué más da, los viajeros ya se enterarán si quieren. Otro tanto con las pantallas interiores: muy bonitas cuando empezaron (¡había hasta música, para amenizar!), pero ahora si funcionan es de milagro.
Con todo eso no es extraño que los viajeros cada vez usen menos el tren, que, por ello, los responsables tampoco les preocupe ("total, para cuatro gatos que usan nuestros servicios...", deben pensar), y acaba siendo la pescadilla que se muerde la cola, tirando balones fuera unos y otros.
Y, lo peor de todo ello, por cierto, de toda esta estúpida automatización, en donde la mayoría de las estaciones han optado ya por adoptar el sistema de control del Metro, para ahorrar en personal y revisores: unos tornos automáticos te permiten entrar y salir, sellándote ellos mismos el billete o descontándote del abono. No es la primera vez que hay problemas con ellos, incluso pueden dejarte atrapado literalmente en la estación, y para los ancianos supone todo un suplicio usarlos. Conozco a más de uno que ya apenas viajan en tren por esa causa.
Por eso sigo prefiriendo los humildes apeaderos, en donde -de momento- no les ha llegado el presupuesto ni les compensa instalarlos. Pero como la cosa siga así ya estoy viendo que para subirse a un tren habrá antes que enviar una instancia y solicitar un permiso al Ministerio de Transportes con varios meses de antelación, alegando causas y razones por las que quieres usar un medio de transporte antes tan bueno, asequible y usado, y ahora tan horrendamente mal modernizado. Habrá que ir pensando en dejar de subirse al tren e ir ahorrando del dinero de los billetes para una moto interurbana, estilo Metrópolis. Qué remedio. Otra solución no nos dejan.
La estación de tren, muda y aséptica. Impensable hace unos años. |
| Redacción: Zona Casio
Cómo disfruto de estas reflexiones, y gustos a parte, os doy la razón en cuanto a la automatización y la deshumanización que causan.
ResponderEliminarPersonalmente, odiaba el hilo musical de los trenes, porque impedían gozar de una de las ventajas de un tren (eléctrico), el silencio. Me parecía intrusivo, y una falta de respeto obligar a todos a escucharla.
Acerca de la degeneración y falta de mantenimiento, es algo patente, y excusado en los recortes, que parte de verdad tendrá, pero ni mucho menos es sólo eso.
Comparto también la misma opinión de Guti, la automatización es buena para determinados procesos, pero al final solo consigues si la pones en donde tiene que haber relación con humanos (en por ejemplo la compra de un billete de tren) que haya mas insolidaridad.
ResponderEliminarPreciosas fotos del W-720. A ver si Casio vuelve a darnos a no mucho tardar un susto y saca algún reloj parecido.
Mi segunda pasión dormida aún...son los trenes electricos.
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