No son pocos los que han querido volver a lucir la moda de aquellos clásicos relojes digitales de los ochenta. Tansportados a una época en donde algunos no han llegado a vivirla, pero seducidos por aquella atmósfera de tecnología incipiente con banda sonora de Michael Jackson, la mayoría de personas se llenaron de emotividad, de cierta añoranza.
Pero lamentablemente los relojes sucedáneos que les ofrecían ahora eran solo eso: sucedáneos. Sólo un pequeño chispazo de lo que habían sido. En contraposición a aquellos Marlin o HD se les ofrecía ahora los F-91 o los W-215. Aquellos modelos de bello molde fabricados en Japón se les sustituía ahora por relojes hechos en masa en China. Todas las marcas, quien más quien menos, lanzaron su propia versión de "los vintage", una interpretación puramente estética que poco tenía que ver con sus originales a quienes -supuestamente- aspiraban a imitar.
Zapatillas, bandoleras, ciclomotores, bicicletas, relojes... Todo lo retro triunfa enormemente. |
Sólo G-Shock con sus GW-5000, DW-5030 y más recientemente con sus DW-D5600P logra acercarse a las versiones originales, e incluso superándolas en cierto sentido (diez años de autonomía y botones con sonido desactivable en los DW-D5600P, por ejemplo).
Los que vivimos en aquella época no nos ofrecían tanto, ni tampoco éramos tan exigentes. Sólo en las grandes ciudades podías acceder a determinados modelos, los Marlin, los Data Bank o los HD más elitistas muchos ni sabíamos que existían, y solo los conoceríamos bastantes años después. En mi colegio la mayoría teníamos modelos de la serie F, y mirábamos con envidia aquellos extraños relojes de la serie W con uno de sus botones superiores tan llamativamente hundido en la caja. Cualquiera de nosotros con un AE de los actuales (ni qué decir con un Rangeman o un Gulfmaster...) lo hubiera alucinado. Claro que seguirían estando lejos de nuestras posibilidades, pero por eso con un AE-1000 o un DB-36 nos hubiera ilusionado más que de sobra. Incluso con el lamentablemente desaparecido W-720. Era ese -y solo ese- nuestro reloj.
Ahora muchos no sabemos a veces qué modelos ponernos, y tenemos a nuestra disposición relojes tan variados y tan asequibles de Casio que nos cuesta hasta elegir. Algunos nos sentimos extrañamente atraídos por modelos elitistas que, sin embargo, no son capaces de llenarnos completamente. Nos parecemos a esos gatos callejeros que esperan con ansia en una esquina a la mano humanitaria que les acerque su comida de la mañana. Como esos bulbos de otoño que esperan entre suspiros a la primavera para volver a vivir.
Los smartwatches prometen acabar con todo eso. Llenos de sensores y con capacidad de personalización asombrosa, prometen ser el reloj que siempre quisimos tener. Pero, quizá como una cruel paradoja del destino, los templates que más triunfan en los smartwatches actuales son aquellos que se inspiran en los relojes de antaño, en los AE-20 e incluso en los F-91. Al final resulta que pagas doscientos o trescientos euros para acabar teniendo de nuevo un simple F.
Entonces ¿será que nuestro reloj preferido no se reduce a funciones, sino que tiene que haber algo más? Algo intangible, algo invisible, algo oculto. Llámalo emotividad.
| Redacción: Zona Casio
Por supuesto que nuestros relojes preferidos se basan en un intangible.
ResponderEliminarNo tiene demasiada influencia ni su coste, ni sus funciones.
Es lo que tiene ser entusiasta de los relojes, te despiertan emociones.
Yo creo que esto va un poco por épocas, de niño ibas con los F o W más sencillos, luego ya vas con los calculadora o los databank, creces y te pones un G-Shock con muchas esferas y con correa de resina, pero no es suficiente y terminas con un G-Shock metálico. Pero al poco te das cuenta de que es muy grande y pesado y prefieres un W de los modernos y vuelta a la resina. Hasta que llega hoy y quieres un modelo más pequeño y ligero y te vas a por un W de los más clásicos o incluso un F.
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