Aunque no pueda decir que todavía esté al cien por cien (la verdad es que voy un poco "a rastras", disculpadme), estos días que he estado obligatoriamente alejado del mundo de los relojes creía que iban a ser diferente. En cierta manera pensaba que los iba a echar en falta, o que tendría la necesidad de escribir o hablar de ellos, aunque solamente fuera por la costumbre de haberlo hecho de manera periódica durante tanto tiempo. No ha sido así. Para mi propia sorpresa. No he echado en falta los relojes, ni escribir sobre ellos, ni importaba que en mi muñeca llevase un G-Shock o un F-91W. Incluso me sorprendí a mí mismo cuando, tras la visita de mi cuñado este fin de semana y ver en su muñeca un Nowley ana-digi, no le mencioné nada. Y cuando se fue me quedé pensando por qué no había sacado el tema del reloj, mientras que hablábamos de las cosas más dispares. Era curioso.
Me imagino que en la vida hay aspectos mucho más importantes, y los relojes no lo son cuando tienes que enfrentarte a problemas y dificultades más serias o perentorias.
Al menos para mí.
¿O tal vez la razón sea otra? Tal vez la razón sea que yo ya tengo mis necesidades "relojeras" cubiertas, con una buena marca, un buen reloj Data Bank, y no necesito (o me de en cierta manera igual) discutir ya con otros usuarios de otras marcas y de otros modelos de reloj. Para qué, si muchos de ellos no lo entenderán.
Porque el reloj sigue siendo algo muy importante. Y no lo digo yo, es algo que me ha quedado patente una vez más precisamente la semana pasada. Estaba yo visitando a dos conocidos en el hospital, cada uno en una habitación diferente en plantas diferentes (y aquejados por problemas de salud diferentes, obviamente). También hay entre ellos una notable diferencia de edad. Pero lo que me ocurrió con ellos me ha llamado mucho la atención.
Resulta que llego a la habitación de uno de ellos y le pregunto: "¿Necesitas algo?". Acababa de ser hospitalizado el día anterior, y suponía que quizá aún había bastantes cosas que sus familiares no habían podido llevarle. Pero su respuesta me dejó perplejo: "un reloj". Esa persona apenas usaba reloj. Miré a mi alrededor y me di cuenta de lo que ocurría: ¡No había reloj en la habitación!. Y estar en una habitación de un hospital sin reloj es algo que debe ser sumamente desagradable, uno debe sentirse perdido no solo por desconocer rutinas tales como la toma de medicinas o cuándo te traerán la cena o la comida, sino por no saber el momento del día en el que estás. Me hice con un Casio MQ-24 y se lo llevé.
Aquel mismo día subí a la planta quinta, donde estaba otro de los enfermos hospitalizado que iba a visitar. Le hice la misma pregunta: "¿Necesitas algo?", y se la hice porque acababa de hacérsela hacía un rato a la otra persona. Por eso casi me sorprendió su respuesta, que no fue idéntica, pero casi: "No, pero ¿qué hora es?". Miré mi W-720 y se la dije, y a continuación me puse a desabrocharlo de mi muñeca para dejárselo, pues creí que él tampoco tendría reloj. Mientras lo hacía pensé, casi en forma divertida: "tendría que haber traído un puñado de relojes para repartir...", pero el paciente me dijo que no necesitaba mi reloj. Acto seguido abrió el cajón de una vieja mesilla de noche, de metal pintada en verde, y me enseñó un Casio radiocontrolado. Le pregunté si no tenía móvil para ver la hora, pero me explicó que tenía un problema con los móviles: el enchufe para recargarlos estaba a mucha distancia de la cama, y era compartido con el otro paciente con el que también compartía habitación, de modo que recargar el móvil no sólo era molesto (además, entorpecía el paso al baño, por lo que corría el riesgo de que se lo pisaran sin querer). Así que usaba el móvil sólo para casos de emergencia, y para saber la hora solo usaba su reloj.
Me imagino (o supongo, no recuerdo) que en los hospitales privados tienes reloj de pared, o, al menos, tienes enchufe de recarga cerca de la cama y en un sitio cómodo y accesible. Pero en los hospitales públicos como aquel, construido en los años cincuenta, el ofrecer un enchufe ergonómico para los pacientes seguramente no era uno de los primeros objetivos de los expertos que lo diseñaron.
Puede que vivamos en una era digital e hiperconectada, pero fuera de los edificios inteligentes de las grandes capitales actuales, un alto porcentaje del planeta no está viviendo así. Y a veces todo cuanto necesitan en ese contexto es un reloj, un simple reloj, ¡pero tan importante!
Sí, ciertamente yo no lo he echado en falta. Para mí es algo rutinario y cotidiano. Pero no debo de caer en el error de que por ser parte de mí ha perdido su importancia. No. Más bien al contrario. Porque si el reloj es ahora parte de mí (y de todos y cada uno de nosotros) es por una razón: porque es importante. Sino, no lo llevaríamos de forma tan cotidiana y habitual.
Nos hemos acostumbrado a tener y llevar reloj, que a veces no caemos en la cuenta de cuanto lo echaríamos de menos en muchas circunstancias y situaciones si no pudiéramos contar con él.
| Redacción: Zona Casio
Pues yo si he echado en falta estos artículos de opinión y reflexión tan buenos que se leen por aquí, me alegro que ya estés de vuelta, un saludo! =)
ResponderEliminarGracias José Luis, muy amable.
ResponderEliminar¡Vaya! Veo que esto ya está de nuevo a pleno rendimiento.
ResponderEliminarY observo que ha entrado fuerte, porque vaya articulazo con estas interesantes vivencias y reflexiones.
Me alegro mucho de que estés de vuelta, echaba de menos leer mi articulo diario. Insisto, interesante estas reflexiones. Has entrado fuerte...
Cuando pienso que ya no me podré sorprender con los articulos aqui citados ¡me encuentro con este pedazo de historia!. Como dice Francisco, has entrado fuerte, y vaya que no es fácil con la calidad de los artículos anteriores!
ResponderEliminarEnhorabuena,que gusto que ya estes de vuelta por aqui. Saludos!
Bonita historia, y preciosa foto la del AL-190.
ResponderEliminarMe gustan estos artículos que incitan a la reflexión, y en cierta forma, no deja de ser extraño que en una sociedad tecnológica como en la que vivimos, todavía haya espacios sin relojes, y precisamente donde más se necesitan, como son las camas de hospital.