Dicen que nadie valora lo que tiene hasta que lo pierde, y también se dice que "quien fue cocinero antes que fraile, lo que pasa en la cocina bien sabe". Por eso, quizá, hoy se tenga en tan poca estima a los relojes. Cuando hace unos siglos - tampoco tantos - la única manera de saber la hora era esperar a que las campanas de las iglesias o catedrales tocaran (en las horas canónicas de prima, tercia, sexta, nona...), el aldeano no tenía ninguna otra manera de saber lo tarde o temprano que era, salvo guiándose por el paso del sol y la cantidad de luz que le quedaba al día.
Hay muchos que no lo saben, pero el mal llamado ahora "horario militar" que divide el día en 24 horas (y no en 12, más civil), proviene precisamente de las horas de los rezos. Las horas canónicas dividían el día en 24 horas, porque no había día ni noche: se rezaba a todas horas. Cada tres horas las campanas de los monasterios anunciaban las oraciones, e incluía horas nocturnas (maitines, a medianoche, y laudes, a las 3 de la madrugada, por ejemplo). A diferencia de hoy, las horas variaban con las estaciones, no era un horario férreo e inamovible que se movía a su propio ritmo, sino que estaba acompasado con la estación del año, e incluso cada monasterio tenía el suyo propio y particular, por el que se guiaba la comunidad, y en ocasiones toda la aldea con los repiques. Así, la hora tercia era la tercera hora tras la salida del sol, ocurriese ésto cuando ocurriese.
Hoy ya no se le da importancia al reloj, porque está en todas partes. Lo encontramos en el metro, en los carteles de las estaciones de tren y de autobús, en los parquímetros... E incluso en los letreros de farmacias y estancos. Forma parte de nuestro día a día, es un "widget" en nuestro smartphone, y dentro de poco será desterrado del mismo instrumento del reloj - ya lo está siendo, en realidad - transformado en tu consumo calórico en una smartband, o en una función más de entre todas las que acompañan al smartwatch. Son tan evidentes que casi se han vuelto invisibles y los ignoramos.
Casio siempre ha tenido un gran respeto por los relojes. El reloj como tal podía estar lleno de funciones, incluso de juegos, y calculadora, pero "la pantalla inicial", la "principal", siempre te llevaba a eso: a la hora. Hoy la "pantalla principal" puede ser cualquier cosa, incluso puedes quitarle el reloj y dejar sin él a tu smartphone, y probablemente dentro de poco también a tu smartwatch. Ya pocos aprecian el reloj. Sólo los ancianos del lugar, que ven pasar la tarde a la sombra de un centenario árbol sentados en un vetusto banco de madera saben realmente el valor que supone poder consultar el reloj llevando la hora en su propia muñeca, porque han vivido (y sufrido) esos momentos de los que hablábamos al principio, en los cuales tener un reloj era algo muy preciado. Aunque ellos ahora solo lo usen para saber cuándo se acaba la tarde, y regresar con su andar cansado de vuelta a su casa.
| Redacción: ZonaCasio.com / ZonaCasio.blogspot.com
Lo que antaño sin relojes era una necesidad, ahora ha hecho que la mayoría sean invisibles. Estamos llenos de relojes que ni vemos por no prestarles atención. El microhondas, los carteles luminosos de muchas farmacias, ...
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarAquí en México, así como amamos a España, también amamos a Cuba, país hermano!!, Saludos.
EliminarEn España también amamos a México! Saludos!!
EliminarBuenas tardes como dijo el doctor Carlos López Otin en Julia en la onda: " nunca hubo tantos relojes para tan poco tiempo".
ResponderEliminarSaludos a nuestros hermanos de hispano América.
Saludos desde San Luis Potosí México,un abrazo.
EliminarSaludos también a mí hermano mexicano, te mando un abrazo Jorge desde Mérida Yucatán. Y que Vivan los Casios!!
EliminarSaludos a mi hermano mexicano también, te mando un abrazo desde Mérida Yucatán Jorge y que Vivan los Casios!!!
Eliminar