No, no quiero parecer un verdugo, ni torturar a los más pequeños con apenas unos pocos años de vida. La verdad es que quiero todo lo contrario: que luego, de mayores, no le cojan esa manía que tantos hemos sufrido a las matemáticas, y que nos costó tanto superar (gracias Ana, no me cansaré de decirlo..., y es que ¡cual importante es un buen profesor/a! ¡Y qué poca importancia les damos a su sufrido trabajo!).
De la misma manera que, desde hace ya bastantes años, ha surgido la moda de llevar a los niños a guarderías bilingües para que, por lo menos, se desenvuelvan en un entorno con una presencia destacada del inglés, son muchos los expertos que recomiendan que a los niños se les haga lo mismo con las matemáticas. Ya el científico Arnold Sommerfeld sentenciaba que las matemáticas con como las enfermedades infantiles, y aconsejaba que cuanto antes se contraigan, mejor, porque si nos enfrentamos a ellas de adultos nos va a costar mucho superarlas o, en algunos casos, incluso no se puedan superar ya. Obviamente las matemáticas no son ninguna enfermedad, pero como símil y para entenderlo es ciertamente muy gráfico y acertado.
Para Deborah Stipek, profesora de la Universidad de Stanford en California, los niños deberían empezar con sus primeras matemáticas a los 2 o 3 años de edad, para contrarrestar los efectos, o incluso eliminar, del llamado síndrome de ansiedad hacia las matemáticas (sí, médicamente esto también se ha estudiado).
Otra de las importantísimas razones por las que los más pequeños deberían empezar a aprender matemáticas desde la guardería son sociales. Según los expertos, la mayoría de niños que acuden a las guarderías procedentes de clases sociales adineradas y altas conocen mejor los números que los niños más pobres, por lo que aquéllos parten ya en desventaja. La intención es, por tanto, poder ofrecer a ambos niños las mismas oportunidades, de manera que los más pobres puedan enfrentarse a las matemáticas cuando lleguen al ciclo escolar con las mismas armas que los más pudientes.
Dada la importancia de las matemáticas en todos los ámbitos de la vida (sí, cuando tus padres decían que "hacer cuentas" sirve hasta para ir al supermercado, tenían razón), absolutamente en todos -aunque seas de letras-, e incluso para desarrollar nuestras capacidades intelectuales (nos enseñan a pensar con lógica y deducción, como la programación) tenemos la necesidad, incluso diría la obligación, de hacernos "amigos" de las matemáticas.
Puede que tú seas uno de esos desastres en las matemáticas, de las que huías en el colegio y hacías novillos, pero por malo que uno sea en ellas, un secreto muy bueno -que también mencionan los expertos- es el de "aprender jugando". Si te gustan las máquinas, o los videojuegos, o los smartphones, o simplemente para distraerte y divertirte, puedes empezar con una calculadora. Yo creo que quien odia las matemáticas, pero se hace amigo de una calculadora, ésta le acabará llevando a amarlas o, al menos, a no temerlas. Uno de los mejores regalos que le podemos hacer a un niño -y ya que estamos en la época, por cierto- es precisamente ese: el de una calculadora. Casio las tiene de muchos tipos distintos, incluso solares que no necesitan pilas y que pueden funcionar con cualquier mínima iluminación, lo que las hace muy aptas para escolares, porque así pueden seguir usándolas y no dejarlas en un rincón abandonadas cuando se les agote las pilas.
Por supuesto, esto no deja de lado el lápiz y el papel, la calculadora es solo una ayuda, pero una maravillosa y valiosa ayuda. Si está en nuestras manos, por lo tanto, no dejemos de ayudar a los niños a que aprendan matemáticas, porque es lo mismo que darles la caña para que aprendan a pescar el día de mañana. Las matemáticas es el lenguaje universal en el que todo, absolutamente todo, está escrito, y el futuro se escribe en código máquina. Negar eso a un niño es como condenarle a muerte. De manera que desde pequeños, matemáticas para todos. Junto con el chupete. Esa sí es la mejor medicina que se les puede dar.
| Redacción: ZonaCasio.com / ZonaCasio.blogspot.com
Estoy muy de acuerdo. De hecho a mi las matemáticas casi siempre se me dieron regular tirando a bien, pero nunca excelentemente. Con el tiempo descubrí que era por los profesores que tuve.
ResponderEliminarCuando me ponía sólo a jugar con calculadoras, o cuando empecé a programar y mi padre me explicó con 9 o 10 años lo que era el seno y el coseno gráficamente (ya sabéis para programar un reloj analógico), lo entendí y los disfruté.
Así que cuanto antes se empiece mejor, pero cuidado con esas explicaciones mecánicas que más bien parecen geografía, porque eso lo hace aburrido, y que el niño lo rechace.
Sí, así es Guti, los profesores influyen muchísimo. A mí se me atravesaron desde siempre, pero mejor no menciono los profesores, no quiero tampoco criticarles. Finalmente una lo compensó por todos y a partir de ahí matemáticas "sin problemas".
ResponderEliminarEl secreto está en que los niños se lo tomen como un juego, si entienden que las matemáticas no son problemas a resolver, sino problemas a descubrir como quien resuelve un crucigrama, todo irá mejor.
Eso es. Conozco a mucha gente inteligente que se queja de lo mismo. De maestros que enseñaban y ya, sin intentar hacer que con pasión, esa materia formara parte de los niños. Y por fortuna, casi siempre hay un caso como el tuyo, y como el mío, alguien, que si que verdadereamente se implicó en ellos.
ResponderEliminarDesgraciadamente, tanto los que se implicaban como los que no, cobraban lo mismo.