Este fin de semana pasado, de regreso en compañía de un amigo que me había acercado a visitar la tumba de mi hermana, nos cruzamos con bastante gente que aprovechaba el fin de semana para ir a esquiar, camino de las pistas de nieve en el puerto. Pensé de inmediato en los G-Shock invernales, y en cómo los relojes, Casio, presentes en muchos de los acontecimientos de nuestras vidas, había tenido el acierto de lanzar modelos G-Lide para nieve o surf mucho antes incluso de la popularización de G-Shock (y, por supuesto, mucho antes que otras marcas que como Diesel, Nixon o Rip Curl explotan ahora ese lado lúdico de manera significativa).
Casio ha intentado (a mi parecer muy acertadamente) ser uno de los fabricantes en destinar precisamente a la aventura y el deporte su primer smartwatch, el cual no ha sido por desgracia ese reloj rompedor que todos nos esperábamos. Porque hay que tener en cuenta que en modelos deportivos dotados de Android el WSD-F10 no es, ni mucho menos, el primero.
Pero no importa. Lo que hace especial a Casio siempre fue la capacidad de ofrecerle a la gente productos que no podían adquirir en otros fabricantes por cuestiones de precio, y no ser simplemente los primeros en lanzar una idea. Un ejemplo clarificador de todo esto lo tenemos en lo que siempre ha definido a Casio como compañía electrónica, y es en las calculadoras. Cuando apareció la Casio Mini en 1971 ya había otras calculadoras portátiles en el mercado, la de Casio no era ni mucho menos la única. Lo que la hizo diferente fue el hecho de que fuera barata y, con ello, ofrecerle a la gente de a pie una calculadora básica asequible en un tiempo en donde quienes tenían calculadora en Japón era porque en su empresa se la podían pagar. Estamos hablando principalmente de ejecutivos y personal en puestos técnicos muy específicos, como en ingeniería.
Uno de los mejores expertos de Casio se encerró durante días en la habitación de un hotel sin salir, trabajando sin descanso para conseguir diseñar los circuitos lógicos de un chip MOS para esa calculadora con dos premisas: debía ser barato (con un coste no superior a 4.500 yenes para que la calculadora, una vez terminada, tuviera un precio muy asequible), y debía funcionar con una pila de bolsillo de las más normales durante al menos diez horas consecutivas. Casio no tenía capacidad de materializar siquiera dicho chip (cosa que se la encargó a Hitachi), pero sí tuvo la visión que nadie había tenido ni había conseguido realizar hasta entonces: una calculadora al alcance de todo el mundo.
En Casio tenían como objetivo la construcción de una calculadora de bolsillo que no superase en demasiado la barrera de los diez mil yenes. Hacer eso significaba ponerla al alcance de casi cualquier ciudadano japonés. Pero sus estudios desvelaron que, para conseguirlo, esa calculadora debía de ser de solamente tres dígitos, lo cual hubiera sido un completo fracaso ya que no permitiría hacer muchas operaciones. Entonces se dieron cuenta de que, como la moneda japonesa no tenía centavos, podían simplemente retirar cálculos con decimales. Así obviaron la coma decimal y finalmente consiguieron simplificar la calculadora (su circuitería y su chip) lo suficiente como para conseguir hacerla barata.
Al lanzarla Casio barrió de un plumazo muchas de las marcas de todo tipo que pugnaban por el mercado de las calculadoras en aquellos años. Reconocieron que ante la Casio Mini no podían competir, porque eran incapaces de hacer una más barata.
Lo que mucha gente no sabe es que solo unos pocos años antes Casio había estado compitiendo por el mercado de las calculadoras elitistas de relés. En la presentación de uno de sus modelos más sofisticados el público comenzó a reírse y a marcharse ante lo que tardaba la calculadora en hacer operaciones matemáticas. Todo iba a ser un fracaso hasta que el visionario presidente de Casio intervino y, contra todo pronóstico, allí mismo cambió el destino de su empresa y sus planes inmediatos. Dijo: también estamos trabajando en una calculadora electrónica. Los asistentes volvieron a sentarse entusiasmados.
Saltamos diez años desde el año 70 a los ochenta, y a principios de esa década vemos que el mercado se entusiasmaba con los relojes digitales. El mayor problema que tenían era su precio, considerados entonces instrumentos con la tecnología más avanzada, algunos costaban bastante más que un smartwatch actual.
Por si fuera poco, sólo algunos de los modelos más exclusivos ofrecían resistencia al agua, sólo algunos eran sumergibles, y no hablemos ya de resistir golpes e impactos. Casio entró de nuevo en escena. Aún a pesar de haber lanzado ya en los setenta sus exclusivos modelos de metal Casiotron, no eran ni siquiera innovadores en esto. Ni en los relojes de calculadora, donde marcas como HP ya habían sacado a la luz sus modelos bastante antes que en Casio. Pero como antes ocurriera, Casio rompió esquemas. Fue el primero -sí, el primer fabricante- en ofrecer un reloj de resina, el Casio F-100, más barato y más ligero que aquellos pesadísimos relojes de metal.
Sus Marlin con cajas de este tipo ya soportaban los 50 metros de inmersión, y sus HD incluso eran resistentes a impactos. Además, sus modelos de calculadora tenían versiones para todos los gustos, y eran los más variados del mercado, ofreciendo incluso alternativas con calculadora científica. Pero no eran esas sus cualidades principales, sino su precio: diseño eficiente, muy bien logrado, módulos con funciones que superaban a los de la media de la época y, encima, a disposición de la mayoría de la gente. Su éxito no era cuestión de suerte, sino de lógica: ¿quiénes no iban a comprarlos? Casio acabó estando en todas partes, vendiendo relojes en blísteres cuando otros los vendían en lujosas cajas de madera y latón. Todo el mundo llevaba un Casio en su muñeca porque, al igual que diez años antes con la Casio Mini, todos se los podían permitir, podías encontrarlo en todas partes y podías conseguirlo por muy poco. Nadie te ofrecía una galaxia tan grande e inmensa de modelos y a ese precio. Nadie en la época.
Regresamos al presente y nos encontramos que Casio presenta su smartwatch, que vale, no ofrece nada "demasiado nuevo" y tira, como la mayoría, de Android, pero es que además, dándole la espalda a sus principios y a lo que les llevaron al éxito, es insultantemente caro. Pero eso no es todo. Hoy los G-Shock se venden en ediciones limitadas y numeradas en unas pocas tiendas "trend shop", y muchos, si nos queremos hacer con ellos, tenemos que pedirlos a Japón y pagar cifras astronómicas.
Los Casio "competitivos" se han quedado en pobres refritos de modelos del pasado, como los DBC-32, W-202 o los mismos A500, que están muy por detrás de sus predecesores originales tanto en construcción (algunos llevaban cristal mineral) como por supuesto en módulo.
Ahora tenemos los premium, y los Master of G han pasado a ser modelos elitistas sólo al alcance de unos pocos privilegiados. ¿No está recordando un poco todo ésto a los tiempos en los que Casio se empeñaba en seguir vendiendo elitistas calculadoras a relés, mientras el resto del mundo estaba ya en la era de la electrónica y los chips? En aquella época el propio presidente de Casio tuvo que ser quien diera un viraje radical de timón, ¿cómo se asumirá hoy el que Casio se convierta en lo más parecido a una marca suiza de relojes, vendiendo modelos de altísimo lujo en exclusivas relojerías de postín, codeándose con Cartier, Rolex y Richard Mille?
Y la cuestión no es solo esa, porque está claro que el público parece asumirlo bien y, de momento, los Premium le están respondiendo, sobre todo en G-Shock. Pero ¿cómo sentará a la identidad de Casio esta forma de hacer tecnología que no está en sus genes? Una de las máximas de Casio más históricas es la que describe "tecnología al alcance de todos". Es evidente que eso ya no se cumple en muchas de sus gamas como la Mudmaster, Gulfmaster o la propia Rangeman, con precios que sobrepasan -con mucho- los 200 €. Casio vende aún muchos dispositivos enormemente asequibles: calculadoras, gamas de relojes como la Collection, Outgear o la propia Databank, pero casi todas están relegadas y supeditadas a lo que hagan sus marcas más "pijas", sus modelos más caros a los cuales sí se les presta mucha atención (porque obviamente también dan mayores beneficios).
Es evidente que no se puede vivir sólo de relojes de hace veinte o treinta años (aunque los suizos lo hacen, y de hace muchos más años), al menos "no sólo", pero también es verdad que, siendo Casio quien es y teniendo en cuenta que Android es gratis, nos esperábamos un smartwatch con todas las bondades y atributos de la marca: de calidad, completo, atractivo estéticamente y... Barato. Aparte de la calidad, que se le presupone, es evidente que el WSD-F10 carece de todo lo demás. Quizá ha llegado el momento de que el presidente diga otra vez que hay que dejar los relés en el pasado y volver a encerrar en el hotel a un ingeniero para devolvernos la identidad rompedora que siempre se destacó en Casio. O eso, o darle la bienvenida a la nueva marca de relojes de moda suizos... afincada en japón.
| Redacción: Zona Casio
Este es de esas reflexiones llenas de verdad y que se disfrutan leyendo.
ResponderEliminarEl enemigo que tienen es como decís que económicamente ahora les va bien. Y no tanto cuando las calculadoras de relés.
Pero que pasará cuando un suizo decida sacar algo tipo G-Shock y premium. No me refiero solo al intento de Victorinox con el Inox. Digamos Tissot o Hamilton u Omega.
Entonces Casio ya no tendrá casi nada. Hay que volver a los Collection de calidad sin renunciarca los otros.
Por cierto que la mayorìa de calculadoras Casio siguen montando integrados Hitachi hoy día.
Mi reflexión es que en la mayoría de productos que consumimos, el factor marca, o imagen de marca juega un papel decisivo en nuestra elección por uno u otro producto.
ResponderEliminarCompramos en base al precio sí, al mejor precio, pero en muchas o en la mayoría de ocasiones combinamos esa elección económica con la decisión de marca.
Un producto de una gama determinada, con unas características determinadas y un precio determinado, será atractivo para nosotros o no en función sobre todo de la "marca" que sea.
Ninguna marca va a competir con Coca-Cola tenga la calidad que tenga, ni tenga el precio que tenga. Por supuesto hablo en general, pero apostar conmigo y perderéis que das a elegir a cualquier parado que Cola va a comprar en el Super y elegirá Coca-Cola.
La marca cuenta. Cuenta mucho. Seiko o Victorinox aun sacando el tanque más irrompible del mercado e incluso demostrándonoslo con datos en la mano nunca va a competir con un G-Shock, porque en el "cerebro mundial humano" G-Shock es Coca-Cola.
Y en el ambito digital, sucede lo mísmo. Casio es la "Coca-Cola" digital. Trabajo para logrando demostrando y peleando contra todas las marcas, y las supero, ya sea en base a economía o en base a innovación, pero se labró su imagen de marca.
Por ello un smart watch, antes que movil es reloj. Y es además reloj digital. Ya sean dígitos numéricos o analógicos, pero dígitos en pantalla. Por eso que más da que Casio llegue el penúltimo a los Smart.
No importa: Casio es Casio y Coca Cola es Coca Cola.
Si, si, Jokerblue. Casio es la Coca-Cola.
ResponderEliminarPero, la reputación se pierde rápido. Hasta hace no mucho, los motores diesel de VAG eran la Coca Cola, pero una metedura de pata, y la reputación de los últimos 20 años se pone en entredicho. Y ahora ya dicen que los de Mercedes son mejores.
Imaginemos que Casio empieza a dejar de lado los digitales (su herencia), y que estos nuevos premium, no son tan G-Shock (como ocurrió con el Apple Watch). la reputación baja, y se pierde la imagen de marca.
Ahora pensemos que LWC lo borda con el siguiente Naylamp, o que lo hace Victorinox con su Inox, que además son bastante más baratos. El reinado de Casio se vería amenazado.
Por eso Coca Cola, que sabe mucho de esto, ni infla los precios vertiginosamente, ni renuncia la versión original por mucha azúcar que tenga. Lo mantiene con buena calidad-precio, lo actualiza, y en paralelo sigue haciendo otras cosas.
Total, que necesitamos un NeoMarlin.
Los Relojes Premium los veo más para uso profesional o más bien por capricho personal, como usuario de toda la vida de Casio siempre he obtenido más satisfacción con los relojes sencillos de Casio que con los más caros, por ejemplo, tengo 2 G-Shock y los tengo cogiendo polvo, no me transmiten nada, sin embargo otros modelos mucho más sencillos y económicos los llevo con gran satisfacción.
ResponderEliminarCuesta menos destruir que construir, construir una imagen de marca lleva mucho tiempo, luego hay que cuidar esa imagen, sin embargo destruir la imagen es muy fácil.
Un NeoMarlin de 50€ sería muy beneficioso para la empresa pero ya nos imaginamos la calidad neo-retro que vamos a encontrar. Se vendería sí, pero sería un resina-cromada.
ResponderEliminarEn cambio un NeoMarlin, de acero, cristal zafiro, o de titanio, solar y adaptado a la nueva tecnología GPS, por digamos unos cientos de euros, yo al menos, he esperado tantas decadas por él que sin dudarlo lo compraría....pero sería un exito de ventas?
Las entradas de este blog siempre son acertadas (al menos las que he podido leer).
ResponderEliminarSin duda dominas el tema de los relojes, su historia, funcionamiento, implicancia en la sociedad, industria, etc.; eso es genial porque das un punto de vista/haces una entrada realmente completa.
Muchas gracias por eso.