Un reloj de verdad

Hace pocos meses construyeron un paso para minusválidos, con una rampa de acceso que ahora también usa, por su comodidad, todo el mundo, en una iglesia del centro de la ciudad a donde, esporádicamente, a veces suelo acudir. Ayer me acerqué hasta allí, y entré. Al hacerlo - era la primera vez que usaba ese nuevo acceso - me di cuenta que, al pisar, uno de los bordes de ese paso cedía. Supongo que no tardará mucho en caerse.

No fue una obra barata, de hecho con el aumento de la secularización el dinero para esas cosas cada vez es más escaso, así que tuvieron que pedir ayuda y abrir una colecta, que costó lo suyo completar hasta llegar al objetivo. Pero tras todo ello, me sorprende que, pocos meses después, una obra de semejante envergadura ya tenga esos defectos.




Ocurre en todos los sitios: en las obras de mi portal colocaron una barandilla que a las pocas semanas se caía, en las obras del tejado, en los canalones... Imagino que no es por mano de obra ni, en general, por desidia, puesto que hay peones de todo tipo, como antes. Más bien son otras cuestiones - en general -.

Hoy el cemento no es cemento, es una pasta y pegamento técnico "más sofisticado". La piedra no es piedra, en un sucedáneo de revestimientos. Hay toda una galaxia de productos sustitutivos, y parece ser que aquello de levantar una construcción para durar años se quedó en el pasado. Lo he visto por la mañana, cuando me he quedado asombrado al ver cómo, en un edificio que tendrá unos diez años, han comenzado a rodearlo de andamios. Lo han revestido de esas placas tan populares últimamente, que se sujetan sobre un armazón metálico. Es la moda, y supongo que tendrán sus cosas buenas, pero entre la placa y la pared la aparición de humedades, desprendimientos y acumulación de suciedad también es algo a tener en cuenta. Así que requieren que cada poco, tengan que ser revisadas o/y sustituidas.


En relojería ocurre otro tanto. No hace mucho leía una publicidad de una marca de relojes de los años veinte. Te vendían un reloj chapado a plazos, y eran bastante sinceros: "usted no puede comprarse un reloj de calidad de acero macizo, ni de oro. Confórmese con esto". Pues sí, quizá en aquellos años era todo a lo que un trabajador honrado y con un sueldo medio podía aspirar, pero, ¿y ahora?

Hace unos días hablaba con una chica que lleva con orgullo un A1000, y me contaba lo contenta que estaba con ese reloj. Por supuesto, le llamaban mucho la atención y le atraían las variantes de color de los A168, las transparencias de los nuevos F-91..., pero en construcción, todos ellos comparados con la solidez de la caja maciza de acero y el duro cristal mineral del A1000 no tienen nada que hacer. Es como comparar un Bugatti Veyron con un Opel Corsa. Vamos, que no.


Es increíble la sensación que te da, en todo, una caja de sólido, clásico y convencional metal. Pueden decir todo lo que quieran de las cajas de cerámica, de carbono, o de resina, tienen sus bondades y sus virtudes, no digo que no, pero amigo, una caja "de las de antes", de las de toda la vida, una caja y un reloj de metal macizo, es un cambio radical. Ves que es algo que está hecho para durar, te da confianza.

Para lucir, para llevar esporádicamente, para disfrutar un rato, pues vale, los colores y variaciones de otros materiales pues pueden estar bien. Pero con todos ellos uno tiene que tener - si es posible, claro - un reloj "de verdad". Uno sólido que puedas usar sin miedo sabiendo que ese sí te va a durar años, que te aporta esa tranquilidad de una construcción que, hasta el momento, ningún material puede superar, por mucho compuesto "de la era espacial" que sea. Un Frogman GWF-D1000, un sólido GMW-50000, o el mencionado A1000, reconozcámoslo, juegan en otra liga. Comparas un MTD de acero con cualquier otro y, francamente, la diferencia es abismal, es tanta que da hasta vergüenza ajena ponerlos juntos.

Curiosamente Casio tiene toda una galaxia de analógicos con cajas impresionantes de acero, roscadas, e incluso combinadas con cristales de zafiro, a precios que nadie puede superar en relación a su calidad. En digitales, por desgracia, la cosa es más complicada, y la oferta mucho menor. Hoy en día el más asequible es el A1000, y si salimos de ahí tendremos que irnos ya a relojes que rondan los 300 euros. Sí, la diferencia es notable, pero a cambio conseguimos un digital con todos los ingredientes para que nos dure toda nuestra vida, e incluso legárselo a nuestros descendientes. Y eso, solo puede garantizarlo mínimamente el metal. Digan lo que digan, y por mucha moda de materiales de la era aeroespacial que nos quieran colar.


| Redacción: ZonaCasio.com / ZonaCasio.blogspot.com