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4.03.2016

La banda del IRC


Sin redes sociales, sin Facebook, Twitter o Whatsapp, incluso sin todavía blogs (lo más cercano eran aquellos populares "rings", anillos de páginas con temática en común), los jóvenes de los noventa experimentaban en sus carnes y vivían en primera persona el surgimiento y popularización de "la Red global", la "Red de redes": Internet.

Y por aquéllos años la WWW era solo una parte de ella. Había otros protocolos que tenían tanta o más popularidad y aceptación. Uno de ellos era el IRC.




Como los mismos programas de correo, que funcionaban siguiendo unas estrictas normas, o de FTP, el IRC también incluía una serie de pre-requisitos, documentados en los:

- RFC 2810 (arquitectura)
- RFC 2811 (gestión de canales)
- RFC 2812 (protocolo cliente)
- RFC 2813 (protocolo servidor)

Uno de ellos era disponer de un servidor, aunque la mayoría de redes constaban de todo un entramado de servidores que se daban servicio entre sí. Y la otra era poseer un programa específico. El más popular era el mIRC.


Mucho antes que Apple popularizase e hiciera famosos los nombres de marcas, dispositivos y programas contraviniendo todas las reglas de ortografía y poniendo una letra delante en minúscula y las siguientes en mayúsculas, ya estaba el mIRC de Khaled Mardam-Bey con esa filosofía. Aunque él por otras razones (mIRC significa "Mi Internet Relay Chat").

Los noventa fueron los años de los recreativos y de los cibercafés. Crecieron como setas. Con pocas conexiones disponibles, poca oferta (y muy cara), los jóvenes de la época acudían a esos "lugares de culto", esos auténticos sitios de encuentro donde, como en éxtasis, nadie hablaba y todos se quedaban (nos quedábamos) pegados al monitor.


Con poco dinero en el bolsillo pero sobradas ganas de explorar y descubrir esas nuevas fronteras del ciberespacio, intercambiábamos nuestros primeros códigos informáticos, canciones (era visita obligada canales como #MP3) e incluso fotos porno (los canales de esas temáticas siempre estaban a rebosar) sin que nadie nos dijera nada y mediante conexión directa (DCC) de ordenador a ordenador. ¿Piratería? ¿Qué era eso?

Por supuesto muchos recurrían a esos canales para ligar. Algunos incluso llegaron a formar matrimonios con chicas (y chicos) que conocieron en los canales del IRC que se llenaban los fines de semana como si de una auténtica discoteca virtual se tratase.


Pero no todo era diversión. En la época de elecciones había canales informativos que ningún partido -curiosamente- supo explotar. También existían canales tecnológicos, #Moviles, #Windows... De literatura (#Poesia"), de intercambio de software (#Warez), eran los principales.

Mientras las salas de internet (los cibercafés físicos) se llenaban de gente, incluso muchos esperando a las puertas a que hubiera un sitio vacío, y Scytale (o cualquier otro bot de la red) hacía horas extra, los chavales controlaban el tiempo con sus relojes digitales. Era imprescindible contar con un reloj, porque se cobraba por tiempo de conexión y había que procurar no pasarse o te cobraban media hora más. Así que triunfaban en las muñecas de estos innovadores y "exploradores del ciberspacio" los Casio F-91, sin lugar a dudas uno de los modelos más socorridos de la época, los W-59 y, cómo no, los F-105. Yo -y muchos otros- anotábamos en un papel la hora de llegada, y de cuando en cuando mirábamos de reojo al F-91. Los más afortunados, los que podían presumir de un modelo con temporizador como los Casio W-720 o Casio W-71 (otros dos de los grandes triunfadores de los noventa, por cierto), no les hacía falta. Simplemente activaban el temporizador y a disfrutar. Pero a los F, con un cronógrafo de sólo una hora de duración, no podía exigírseles demasiado.


Después, los W-59 fueron sustituyéndose por teléfonos móviles. Fue el principio del fin. Ya no era necesario mirar el reloj, y sobre las mesas de "los cíbers" cada vez se veían más Nokia 5100, 3210... Hasta que un buen días todos los cibercentros empezaron a cerrar uno tras otro. Y el IRC pasó a mejor vida, porque ni su protocolo ni sus programas (de sobremesa, hechos y pensados para PCs) fueron capaces de hacer la transición a la tecnología de movilidad que demandaba la nueva época y las nuevas generaciones.

El IRC-Hispano intentó (como tantas otras redes) capear el temporal como buenamente pudo, inventando mil historias, animando a sus usuarios a ser IRCops (llegándose al extremo de haber momentos que había más IRCops que visitantes) para seducirles con ese status, y lanzando versiones java, flash, y web-chat de su servicio IRC. Nada les funcionó. El mundo (y los nuevos internautas) les habían pasado de largo hacía mucho.


Hoy un polvoriento libro, un viejo reloj, nos recuerda unos años en donde pudimos empezar a experimentar otro tipo de relaciones: las cibernéticas. El IRC fue una piedra angular de todo ello, permitiéndonos entrar en una sala de chat y al minuto siguiente hablar con un completo -o completa- desconocido/a como si nos conociéramos de toda la vida. Tenía sus riesgos, pero también su atractivo. Hoy los gobiernos nos sobreprotegen mientras aprovechan para de paso cibervigilarnos.

Y el reloj, que marcaba nuestro fin de sesión llegó al final de su cuenta. Volvemos al mostrador para pagar nuestro tiempo en el universo del ciberespacio, y salimos a la calle volviendo a ser seres de carne. Un pitido nos recuerda que hemos vuelto a la realidad, y la señal horaria nos devuelve al 0.0. Y sin teléfonos, ordenador, móvil ni MP3, el W-59 o el F-91 nos advierten que el tiempo sigue pasando inquebrantable e irreductiblemente en el mundo real, y que ese tiempo no espera por nadie. Intentando avisarnos con su insistente y muda cuenta numérica que no nos quedemos aprisionados, anquilosados y aletargados en el pasado como el propio IRC. Y echamos a andar entre el frío de la tarde con cada paso un segundo y, con cada segundo, un susurrante adiós de cada minuto que se cae desde nuestra mágica máquina en nuestra muñeca y que jamás volveremos a recuperar.






| Redacción: Zona Casio

3 comentarios:

  1. Excelente artículo, el reflejo de una época que ya no volverá.

    Las fotos, me encantan, los mejores modelos de Casio, W-59, W-720. Aquello que les dio la fama, relojes duraderos, de buena calidad y asequibles.

    Cuando tener un reloj WR100 era algo exclusivo, ahí estuvo Casio.

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  2. Anónimo4.4.16

    Muy bonita entrada. Aunque he nacido en el 93 miro con nostalgia lo pasado, lo más sencillo, el no estar hiperconectado y que te bombardeen de mensajes a cada minuto.

    Es muy gracioso que aunque hayan pasado tantos años las personas sigan teniendo conversaciones por chat muy similares a las que has mostrado.

    Saludos.

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  3. Muy buen articulo, yo recuerdo cuando utilizaba el Hipertexto, con respecto a los relojes es cierto que antes eran herramientas imprescindibles, los Chavales se los ponían para parecer más mayores, pero en la década del +2000 con los móviles y Internet se acabo lo que se daba, una lastima, espero que no pase lo mismo que con los sombreros, que acabaron desapareciendo.

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