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4.18.2014

En la compañía de un reloj


Esta mañana he salido temprano. La niebla hacía difícil ver a pocos metros de distancia, y el ambiente estaba muy frío. A medida que la mañana transcurría los bancos de niebla se han ido disipando y el cielo recuperó su espectacular azul traslúcido poco a poco, lentamente. Mirando los automóviles pasar en el puente que está sobre la autopista me he dado cuenta que aún mucha gente viajaba con su coche cargado de equipaje hasta los topes para aprovechar lo que queda de esta Semana Santa. Algunos tenían una pareja delante como únicos ocupantes, pero otros llevaban a toda su familia en los asientos de atrás. Mientras ellos pasaban a toda velocidad hacia sus destinos, unos moros escuchaban música árabe en un pabellón cercano, a todo volumen. Observé el devenir de las agujas digitales de mi AE-1200, la de las horas se arrastraba pausadamente en un movimiento magistral de derecha a izquierda, mientras el segundero (me encanta el segundero de este reloj, es fantástico, nunca te sientes solo si estás con él) bailaba alrededor de la esfera en un compás inalterable e intangible del tiempo.

Poco a poco la ciudad despertaba y comenzaron a pasar a mi lado los más madrugadores paseando a sus perros. Una chica pelirroja se mantuvo junto a mí unos instantes con un teléfono móvil pegado a su oreja. Hablaba rumano. Mientras, un señor llegó hasta donde yo estaba desde el otro lado de la acera y me entregó un folleto de los Testigos de Jehová. En su otra mano llevaba un maletín de cuero marrón. Todo eso acontecía en una horquilla de tiempo que no superaba el cuarto de hora. El animado segundero seguía bailando en la esfera de mi AE-1200 impávido, imperturbable.



Regresé a la ciudad. Un chico pegaba pequeños carteles en los portales, en su mano izquierda llevaba un enorme rollo de celo transparente. Me miró como si le hubiese pillado haciendo una tropelía.

Llegué a la parada del autobús. Una chica rubia de pelo rizado miraba insistentemente su Baby-G rosa, poniendo su mano al lado de la pantalla para que los primeros rayos del sol del día no la perturbasen, tal vez deseando poder adelantar el tiempo, corromperlo a su favor y hacer más corta y leve la espera. Le iba a pedir que me dejara hacerle una foto a su reloj, y durante bastante rato estuve a punto de hacerlo, pero por mi experiencia sé que "foto" no es la palabra más adecuada con la que deberías abordar a una mujer. Allí la dejé, quizá hipnotizada, como yo, con la danza del segundero en su reloj.




| Redacción: Zona Casio

2 comentarios:

  1. Muy buen artículo, el reloj no solo es práctico, nos hace puntuales, ordenados, eficientes y responsables, además es algo personal y que llega a dar compañía, y no solo eso, un reloj en mi opinion es el regalo peefecto. Saludos!

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  2. Ese mismo tengo yo, es realmente cómodo con esa correa.

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