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10.11.2013

La cara oculta de la relojería


Desde que aquellos primeros monjes experimentaron la férrea disciplina del tiempo para controlar las horas de sus oraciones, han pasado muchos siglos. La historia de la relojería ha vivido en ese intervalo una evolución de dominio y control sobre el ser humano hasta el punto de estar presente en todos y cada uno de nuestros momentos.

El tiempo es ese "ogro malo" al que se recurre y en cierta forma se le culpa como causante de todos nuestros males modernos. "No tengo tiempo", "si aún me quedara tiempo...", "cuando tenga tiempo...", decimos habitualmente. El tiempo es un compañero del que sólo la muerte nos separará. Hasta tal punto es valioso que aquél que posee tiempo, o al que no le preocupa, se le considera un afortunado.



Se dice en el Eclesiastés:

Todo tiene su momento oportuno; hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo:
un tiempo para nacer,
y un tiempo para morir;
un tiempo para plantar,
y un tiempo para cosechar;
un tiempo para matar,
y un tiempo para sanar;
un tiempo para destruir,
y un tiempo para construir;
un tiempo para llorar,
y un tiempo para reír;
un tiempo para estar de luto,
y un tiempo para saltar de gusto;
un tiempo para esparcir piedras,
y un tiempo para recogerlas;
un tiempo para abrazarse,
y un tiempo para despedirse;
un tiempo para intentar,
y un tiempo para desistir;
un tiempo para guardar,
y un tiempo para desechar;
un tiempo para rasgar,
y un tiempo para coser;
un tiempo para callar,
y un tiempo para hablar;
un tiempo para amar,
y un tiempo para odiar;
un tiempo para la guerra,
y un tiempo para la paz.


Al que sabe administrar su tiempo se le considera un virtuoso. Al que lo desprecia o le da mal uso, un necio.


El tiempo como terapia
"Tómate un tiempo para ti", "respira un tiempo", "descansa un tiempo"... Lo que hace valioso al tiempo, dejando a un lado la obviedad del contenido en que lo llenemos, pero lo que hace al tiempo importante "de por sí", es que no podemos recuperarlo. Podemos sustituirlo, pero sólo por otros momentos de nuestro propio tiempo. Pero no podemos intercambiarlo. Nadie puede darnos su tiempo, ni podemos dárselo a los demás. El tiempo nos pertenece, pero sólo por unos instantes. Sólo tenemos un cierto control sobre el tiempo del "aquí y ahora", y por eso nos aterra equivocarnos: no podremos dar marcha atrás. Es una partida de dados donde sólo tenemos una, una única tirada. Y no habrá más. Y aunque no queramos participar, esa tirada pasará y habremos desperdiciado la ocasión. Ni siquiera podemos optar a tomar la decisión más tarde, en otro momento, o cuando nos sintamos mejor. Es el aquí y ahora del momento. Tu tiempo es ahora. Y no vuelve.


El tiempo, el tirano
Momentos para el café, para comer, para relajarnos o para luchar. Todo está medido por fracciones de tiempo. La sociedad industrial puso al reloj en un lugar destacado, en el centro de todo. ¿La razón? El tiempo se convirtió por primera vez en dinero. Y el tiempo controlaba los turnos de los obreros, los periodos de producción, las jornadas laborales. El reloj pasó de ser una guía de control sobre el tiempo, el único instrumento que nos permitía en cierta forma adecuarlo a nuestros ritmos, a ser una forma de tiranía. Desde bien pequeños a los niños se les inculcan estos valores, que permanecerán con ellos el resto de sus vidas. Horarios de clases, horarios de autobús, horarios de juegos...

El tiempo ha pasado a ser el motor del mundo moderno. Quien lo controle, controlará a los hombres, y por eso los más poderosos luchan por su control.


El amigo tiempo
El tiempo sólo nos cuenta una historia: la de nuestra vida. Hay un tiempo de búsqueda, un tiempo de realización personal, un tiempo de evolución. El reloj sólo nos está diciendo que ese tiempo es limitado. Para algunos es estresante, y se desesperan y desviven rebuscando la forma de cómo controlar ese tiempo, sin darse cuenta que el tiempo es un mero vehículo, un testigo, una guía de referencia. Otros lo ven como una oportunidad. Utilizar o ver el reloj como un tirano es no haber comprendido buena parte de ese secreto, del secreto de nuestra presencia en la tierra. Es ver el instrumento, pero no ver la mano que maneja y dirige ese instrumento.

Nuestra presencia es temporal, y por mucho que nos empeñemos en lo contrario esa verdad no va a cambiar.


El hombre ha construído una sociedad basándose en el reloj, pero instrumentalizándolo, dándole la espalda a una parte de su utilidad y tomando únicamente en consideración la parte más material del mismo. Así, el reloj pasa a ser un instrumento dañino en lugar de ser un instrumento creativo. Las entidades bancarias ponen en las espaldas de la gente hipotecas de cien y ciento y pico de años como si fueran a vivir para siempre. Las cárceles meten a convictos por trescientos o cuatrocientos años, y las empresas tienen contratos "indefinidos" obviando la realidad de que esa palabra lleva implícito a alguien que no tiene fin, inmortal. Cuando la patente e ignorada realidad es que el hombre tiene sus horas contadas.

El reloj es una margarita que se deshace y su segundero va dejando caer retazos de nuestra vida que no van a regresar, como los finísimos granos de un reloj de arena que imperceptible nos acompaña hagamos lo que hagamos. Despiertos o dormidos. Soñando o sufriendo.


El mundo en una esfera
Hoy en día el romanticismo del reloj se pierde. Su filosofía queda arrinconada sólo para algunos pocos iniciados, para unos buscadores que se preocupan en explorar y hallar su fin último. Una gran cantidad de gente esconde el reloj en sus tablets, en sus smartphones, incluso lo toma como un "mal necesario", un instrumento antinatura. Lo pervierten y luego lo denigran. Lo acusan de todos sus males y luego lo sentencian al obstracismo, a la vanalidad.

Sin embargo, las personas que llevan un reloj en sus muñecas están exponiendo algo que va más allá de la propia representación gráfica del paso de las horas. Nos muestran que todos tenemos un tiempo privilegiado que hemos de aprovechar. El reloj en la muñeca indica algo: temporalidad. Un objeto de rebeldía en una sociedad descreída, materialista y grotesca como la nuestra. Una muestra convincente de que hasta los mas tiranos que quieren instrumentalizar ese tiempo tienen las horas contadas. De que no somos dueños del tiempo, ni tampoco sus esclavos: sólo se nos presta.

El reloj es una bendición, un artilugio fantástico si lo sabemos aprovechar. No lo corrompamos.




| Redacción: Zona Casio | Imágenes: Opheliact, Doucesse, Odogacc, Liquidizedude, Worlswitch y CrisisCorps

3 comentarios:

  1. Ese es uno de los grandes males de hoy, que el tiempo se ha materializado... ha perdido ese glamour que tenía, ha perdido poesía...

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  2. ¡Articulazo os ha salido, colegas!

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  3. Muy muy buen artículo. Enhorabuena.

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